Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro

Se trata de la “Carta del Santo Padre Francisco a los Obispos de los Estados Unidos de América” fechada el 10 de febrero de este año de 2025, con ocasión de “los delicados momentos que viven como Pastores del Pueblo de Dios” en su país, nuestro vecino del Norte. Se refiere el Papa a los momentos de angustia en que se encuentran nuestros paisanos “migrantes”, lo mismo que otros muchos hermanos extranjeros, por la aplicación de las recientes leyes de acoso y expulsión.

Comienza en Papa haciendo referencia al pueblo de Israel, a su situación de pueblo elegido y protegido por Dios, durante su expulsión por el faraón de Egipto. Este acontecimiento doloroso y la reacción poderosa de Dios contra el opresor, algo debe decir a quien afirma “creer en Dios” y ha jurado por la Biblia ejercer el poder de acuerdo con sus enseñanzas. El Dios de la Biblia ve, oye, escucha, atiende, desciende, camina y libera de la opresión a su pueblo. Es un Dios liberador.

El Papa cita a continuación la carta magna sobre la migración del Papa Pio XII, en la que recuerda que el Hijo de Dios, al hacerse hombre, también eligió vivir el drama de la inmigración: La familia de Nazaret, emigrante en Egipto y allí refugiada para sustraerse a la ira de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de cada época y país, de todos los prófugos de cualquier condición…, que se ven obligados a abandonar la patria, la amada familia y los amigos entrañables para dirigirse a tierras extranjeras”. El Papa Francisco, cosa ahora inusual, cita el largo párrafo en el original latino, para que quien quiera y pueda entender, entienda… Así subraya que no es algo circunstancial, sino doctrina arraigada en la Iglesia católica.

Recuerda el Papa que “La conciencia correctamente formada no puede dejar de formar un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita y explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”, reconocido el derecho de una nación de defender su integridad y sus valores. Quien calla, otorga: cae en complicidad.

“Ésta no es cuestión menor”, dice el Papa, pues “un auténtico estado de derecho se verifica precisamente por el trato digno que merecen todas las personas, en especial los pobres y marginados”. Esto se debe a la “dignidad infinita y trascendente” que posee toda persona humana que rebasa y sostiene toda otra consideración de carácter jurídico o legal.

Sentencia el Papa: “Lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará”. Principio que vale para nosotros también, pues “preocuparse por la identidad personal, comunitaria o nacional, al margen de estas consideraciones, fácilmente induce un criterio ideológico que distorsiona la vida social e impone la voluntad del más fuerte como criterio de verdad”.

Termina el santo Padre reconociendo “el valioso esfuerzo de ustedes, hermanos Obispos, cuando trabajan de manera cercana con los migrantes y refugiados, anunciando a Jesucristo y promoviendo los derechos humanos fundamentales”. En verdad, han sido los obispos, junto con numerosos fieles católicos, los que se han responsabilizado de dar la cara por la defensa de nuestros paisanos. Y concluye el Papa implorando que Santa María de Guadalupe, la “Virgen morena”, que supo reconciliar a los pueblos cuando estaban enemistados, nos conceda reencontrarnos como hermanos, al interior de su abrazo, para construir una sociedad más fraterna y respetuosa de la dignidad de todos”.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de marzo de 2025 No. 1547

 


 

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