Por Cecilia Galatolo

Recientemente leí un artículo sobre una familia numerosa que recibió comentarios llenos de odio en redes sociales. Los haters (odiadores, N. de la R.) no solo atacaron a estas personas, sino también la idea de que tener muchos hijos pueda ser algo positivo para la sociedad. Algunos los acusaron de aprovecharse de ayudas estatales, otros ironizaron sobre su desconocimiento de la anticoncepción, y algunos incluso insinuaron problemas mentales. Cabe preguntarse: ¿estos mismos usuarios tendrían el valor de decir lo mismo si se encontraran a la familia cara a cara?

Anonimato y desinhibición en la red

Internet, y especialmente las redes sociales, dan la ilusión de poder interactuar con otros mientras permanecemos ocultos, generando una desinhibición que conduce a usar un lenguaje mucho más agresivo que en interacciones cara a cara. Los haters más agresivos suelen usar perfiles anónimos o fingidos, reemplazando su foto por dibujos o símbolos. Para muchos, insultar online es una forma de liberar frustraciones, una vía de escape de problemas o ansiedades no resueltas.

John Suler, profesor de psicología en la Rider University, explica en su artículo Psychology Of The Digital Age: Humans Become Electric (Psicología de la era digital: humanos se vuelven eléctricos, Cambridge University Press, 2015) cómo el entorno digital fomenta “comportamientos desinhibidos.” Online, la comunicación no verbal (miradas, gestos, tono) desaparece, facilitando actitudes arrogantes sin consecuencias reales. El ciberbully (hostigamiento cibernético) se siente invisible, como un ladrón que actúa con el rostro cubierto.

¿Quiénes son las víctimas del odio online?

Aunque las redes sociales no generan odio, lo amplifican y lo convierten en un canal privilegiado. Las víctimas pueden ser personas elegidas al azar o seleccionadas deliberadamente para ser perseguidas. Este fenómeno, conocido como ciberbullying, afecta especialmente a mujeres, personas LGBTQ+, migrantes, personas con discapacidad y judíos. Sin embargo, cualquiera puede convertirse en blanco, ya que el verdadero origen del odio está en los problemas personales de quien lo escribe.

No solo un problema de jóvenes

Podría pensarse que el ciberbullying es un fenómeno juvenil, pero no es exclusivo de ellos. Muchos adultos participan en dinámicas de odio, especialmente en debates polarizados como los de pro-life y pro-choice (a favor o en contra del aborto), carnívoros y veganos, o en discusiones políticas.

Sentirse parte de un grupo con opiniones similares es natural, pero la falta de equilibrio y capacidad de diálogo puede llevar a agresiones verbales. Los adultos, en lugar de ser un ejemplo, muchas veces normalizan la violencia verbal, influyendo negativamente en los jóvenes.

Construir una cultura de respeto online

Es crucial fomentar una cultura y establecer reglas (e incluso leyes) que nos recuerden que nuestra identidad digital es parte de nuestra identidad personal. Si permitimos que el odio inunde el entorno digital, no solo se contaminan nuestras redes, sino también nuestras vidas.

Publicado en familyandmedia.eu

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de abril de 2025 No. 1552

 


 

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