Por Juan Diego Camarillo

Luis Poveda Talavera, sacerdote español del Opus Dei, comparte para El Observador cómo su ministerio sacerdotal y su talento musical se entrelazan para llevar el mensaje de Dios a los demás.

Padre, ¿cuándo descubrió su talento para la música y la composición?

Crecí en un ambiente familiar muy alegre, donde la afición por la música, el canto y la composición musical eran algo cotidiano que poblaba los pasillos de mi casa. Tanto mis hermanas como yo teníamos la necesidad de poner música a todas las vivencias familiares y a las experiencias que nos iba regalando la vida: un viaje, un cumpleaños, las vacaciones de verano, las castañas en otoño, la muerte de una mascota o los primeros amores de adolescente… Todo tenía su melodía y quedaba encerrado en el estuche de unos pocos acordes sencillos. Niguno fuimos al conservatorio, ni tuvimos una formación musical académica y sistemática. Todo fue siempre espontáneo y aprendimos «de oído», como se suele decir. Yo comencé a tocar la guitarra a los 10 años, con la ayuda de mi hermana Marta; y al año siguiente compuse mi primera canción infantil que dediqué a un profesor del colegio Retamar, donde estudiaba. A partir de ahí fui sumando al repertorio más y más composiciones, inspiradas la mayoría de ellas en las cintas de música a las que dábamos la vuelta una y otra vez en la cocina y en el coche. Uno de los autores que más me ha influído como compositor ha sido José Luis Perales. A mis padres les gustaba mucho, y sus canciones han sido la banda sonora familiar durante muchos años. A partir de el año 2012, coincidiendo con mi entrada en el seminario, comencé a componer canciones de temática religiosa, la mayoría de ellas por encargo de amigos y conocidos.

 

Además de su don musical, su vocación es el sacerdocio. ¿Cuándo sintió el llamado al ministerio y cómo integra hoy esa misión en su labor musical?

Desde pequeño sentí la inquietud por el sacerdocio. Era una luz en el horizonte que me atraía, me ilusionaba y se integraba de forma muy armónica con mis estudios (primero en el colegio y después en la universidad) y con mi trabajo como profesor. Dios puso a mi lado el ejemplo de sacerdotes muy buenos. A algunos de ellos les abrí el corazón y les comuniqué mi deseo de servir al Señor como sacerdote, cuando Él quisiera. Me supieron acompañar muy bien, como mucha libertad, animándome a ser cada día más alma de oración y enseñándome a purificar el deseo de ser sacerdote buscando en esa llamada un camino de amor, de entrega en la Cruz, de servicio desinteresado a todas las almas. Cuando terminé el colegio, me matriculé en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, y al terminar la carrera estuve ejerciendo durante unos años como profesor de Literatura. Fue una época maravillosa. Aprendí mucho de los alumnos y de sus familias, hice muchas amistades, y profundicé en las obras de literatura española más importantes, especialmente en el ámbito de la poesía, que siempre fue otra de mis pasiones. En el año 2012 entré en el Colegio Romano de la Santa Cruz, el seminario internacional que tiene el Opus Dei en Roma. ¡Con cuánto cariño recuerdo aquellos años romanos de formación, de amistades, de familia, junto al Papa, en el corazón de la Iglesia!

 

Al componer, ¿en qué se inspira? ¿Qué experiencias o temas lo han marcado para darles vida a través de la música?

A lo largo de mi vida he encontrado motivos de inspiración en multitud de vivencias y experiencias, pero he de reconocer que la mayoría de mis canciones hablan de las aventuras que se viven dentro del corazón, donde Dios nos habla, allí donde nos golpea y nos llena de alegría y de consuelo. Apostar por Jesucristo, darle toda la vida, hace que cada día se convierta en una aventura apasionante de amor y de libertad. De ese diálogo, corazón a corazón, han brotado y brotarán multitud de canciones. También de las páginas del Evangelio han surgido muchas melodías. La vida del Señor es un pozo inagotable de Belleza que ha de ser manifestada, transmitida. Por último, la realidad misma de mi vida, mi actividad como sacerdote, mis amigos, mis familiares, la Creación misma, suscita acordes de forma natural y espontánea. Quizá en todo esto tenga mucho que ver el carisma que he recibido desde joven como miembro del Opus Dei, que me lleva a amar al mundo -mi realidad concreta- apasionadamente, y a descubrir en esa realidad aparentemente vulgar los brillos divinos que reverberan en multitud de detalles.

“Dijiste sí” es, hasta ahora, su tema más conocido. ¿Cómo vivió ese éxito y qué lo motiva a colaborar con distintas instituciones y compositores, como lo ha hecho en varios de sus trabajos?


Alfonso y Fernando -dos amigos sacerdotes que trabajan en la parroquia de la Anunciación en Pozuelo de Alarcón (Madrid)- me invitaron un miércoles a dar una charla al grupo de jóvenes de la parroquia. Allí conocí a unos cuantos de ellos con mucho talento para la música. Surgió sobre la marcha la idea de hacer una canción dedicada a la Virgen María, contemplando la escena de la Anunciación.

 

 

Quedé con ellos en que le daría alguna vuelta, y al día siguiente, jueves, durante un rato silencioso de adoración al Santísimo en mi casa, vino toda la canción, así, «de sopetón». Tuve que salir un minuto de la capilla para grabar una nota de voz en el móvil y guardar aquella inspiración. Luego volví a la capilla para continuar con la adoración, agradeciendo al Señor aquel nuevo empujón que iba a ayudar a que muchas personas crecieran en amor a su Santísima Madre. Al día siguiente, viernes, envié al grupo de jóvenes de la parroquia una primera maqueta, y quedamos en ir a grabarla la semana siguiente en el estudio de Pepo Scherman, un gran profesional y amigo. «Dijiste sí» gustó mucho desde el principio, es verdad. Creo que gran parte del éxito fue lo bien que interpretaron la canción los jóvenes de la parroquia de La Anunciación y la ternura que suscita en tantísimas personas la escena del Arcángel Gabriel anunciando a María que va a ser la Madre de Dios.

Sobre las colaboraciones con tantos cantantes, movimientos y parroquias he de decir que siempre he visto mi capacidad para componer como un don de Dios inmerecido, regalado, que tengo que poner al servicio de los demás, de su Iglesia. Esto no siempre es fácil. Uno acaba agotado a veces. Pero es un cansancio gozoso, que Dios sabe premiar en el corazón con mucha paz y alegría. A lo largo de estos años he tenido la suerte de conocer y colaborar con algunos compositores, instituciones educativas y grupos de música formidables que hacen un gran servicio a la Iglesia con su talento.

Recientemente lanzó un álbum que recorre todas las estaciones del viacrucis. ¿Podría compartirnos cómo nació este proyecto y qué mensaje busca transmitir a quienes lo escuchan?

Desde hace tiempo tenía muchas ganas de poner música a ese camino apasionante de amor y de libertad que es el Via Crucis. El texto del Via Crucis que escribió san Josemaría está en el trasfondo de cada estación, como motor de contemplación y de inspiración. Es un libro en el que he buceado durante muchas horas, y me ha acompañado en innumerables ratos de oración durante todos estos años. Estoy muy contento con el resultado. Gonzalo Valentín Gamazo ha hecho un trabajo maravilloso de producción. Una gran parte del éxito de este álbum es gracias a él. El proceso de composición ha sido precioso. Todo ha sido rezado: cada palabra, cada acorde, cada arreglo… Todo nace de una oración verdadera y conmovedora. Ha habido algunos momentos muy especiales en el estudio de grabación… Gonzalo y yo íbamos descubriendo cómo cada canción se abría camino en toda su verdad, como si el Espíritu Santo nos arrastrara a llevar cada estación por el camino de una oración sincera y palpitante, que prescindía de todo lo superfluo. Deseábamos que todo fuera Verdad, todo. Con este álbum hemos querido entrar en el Corazón de Cristo en su Pasión, palpar cada llaga, poner nombre a los pecados que causaron tanto dolor, colarnos en el diálogo filial de Jesús con su Padre, ser testigos del cruce de miradas silencioso y enamorado entre el Hijo y su bendita Madre… No han faltado las lágrimas, la emoción alegre delante de los micrófonos, la conmoción al comprobar cómo los instrumentos (las cuerdas, las flautas, el piano, la percusión…) también rezaban y se unían a la oración inmensa que es todo el disco. Ojalá este Via Crucis ayude a muchas personas a adentrarse por caminos de oración y de amor; que al contemplar el camino de Cristo hasta la Cruz muchos descubran una escuela maravillosa donde aprender a vivir «con la plena libertad del Amor».

DA CLICK A ESTE TEXTO PARA ESCUCHAR EL ÁLBUM DEL VIACRUCIS

DISPONIBLE LETRAS Y ACORDES EN: www.luispomusica.es

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