Hay dos ideas equivocadas cuando hablamos del Espíritu Santo para la elección de un papa.
Por P. Eduardo Hayen Cuaron
Dentro de unos días, en la Capilla Sixtina, los cardenales se encerrarán «con llave» –es lo que significa la palabra «cónclave»– para elegir al sucesor de san Pedro. La expectación mundial es enorme. Mientras tanto los católicos invocamos al Espíritu Santo para que asista a los cardenales durante la elección.
Hay dos ideas equivocadas cuando hablamos del Espíritu Santo para la elección de un papa. Un primer error es creer que el Espíritu de Dios no tiene qué ver con la elección papal. Quienes así piensan argumentan que en la historia ha habido papas muy malos, incluso algunos muy pecadores, y por lo tanto, no puede estar el Espíritu Santo presente en el cónclave.
Otro error es creer que, una vez cerrada la Capilla Sixtina con los cardenales adentro, el Espíritu Santo se posesiona de todos, en una especie de embriaguez espiritual como en Pentecostés, para que salga electo un nuevo papa que el Espíritu Santo conceda a la Iglesia, sin importar los aciertos y errores que el papa pueda cometer. Ambas creencias están equivocadas. ¿Cómo actúa, entonces, el Espíritu en la Iglesia para elegir al pontífice?
Los católicos creemos que el Espíritu Santo conduce a la Iglesia, y en ello está incluida la elección del papa. No significa que el Espíritu imponga una elección específica sino que inspira, ilumina y acompaña a los cardenales en su discernimiento. Creemos que el Espíritu actúa a través de la oración, la meditación y el diálogo, ayudando a los cardenales a buscar la voluntad de Dios para la Iglesia.
La elección del papa es un acto humano deliberado y no una intervención milagrosa directa. El Espíritu Santo no anula la libertad de los cardenales electores sino que la respeta. Son ellos quienes votan libremente. Los prelados, en conciencia, evalúan a los candidatos según criterios como la santidad y la integridad de sus vidas, sus capacidades de liderazgo, su edad y su salud, así como la comprensión y la visión que tengan de los problemas de la Iglesia y del mundo.
La teología católica ve la acción del Espíritu Santo como complementaria de la libertad humana. Actúa el Espíritu de manera sutil, guiando el proceso sin coaccionar a los cardenales. Puede inspirarles a ponderar las cualidades de un candidato o a buscar superar divisiones para llegar a un consenso. Hay que decir que los cardenales no están exentos de error, ya que su libertad implica que pueden actuar según sus juicios, que no siempre son perfectos.
La divina Providencia gobierna el mundo y, por supuesto, la Iglesia de Cristo. Creemos los católicos que el Espíritu Santo estará presente en el cónclave porque confiamos en que Dios nunca abandona a su pueblo y guía a sus pastores, incluso en medio de sus limitaciones. La elección del papa es un acto de la Iglesia guiado por la Providencia, aunque no necesariamente cada papa sea el candidato perfecto humanamente hablando, sino el que Dios permite en un momento de la historia y para sus divinos propósitos.
¿Puede resultar un mal papa de un cónclave? Sí, es posible. Conocemos casos de papas en la historia que por sus decisiones o su vida personal fueron considerados inadecuados o, francamente, malos. Algunos papas del Renacimiento como Alejandro VI llevaron una vida moral desordenada. Aún así, la acción del Espíritu Santo se manifiesta permitiendo que ciertos hombres sean elegidos papa, incluso si sus acciones posteriores no sean ejemplares. Todo concurre para un propósito mayor dentro del plan de Dios.
En estos días de «novendiales» –que son los días de oración por el reposo eterno del papa Francisco– oremos al Espíritu Santo para que los cardenales elijan al papa que necesita la Iglesia de Jesucristo para confirmar en la fe a todo el orbe católico.
Publicado en blogdelpadrehayen.blogspot.com