Por Rebeca Reynaud

Es sabido que Job es uno de los mejores libros jamás escritos, un clásico de todos los tiempos. Es un libro hermoso, aterrador, inquietante, misterioso y tierno, pero poderoso como un mazo si lo leemos con empatía y franqueza, y no tratamos de “resolverlo”.

Aunque se trata de un libro misterioso, su punto principal es muy obvio. Un filósofo puede perder el mensaje, la lección, pero Job no. Si el problema de Job es el problema de porqué existe el mal en el mundo, entonces podemos afirmar que desconocemos la respuesta, nos identificamos con Job en su ignorancia.

El problema del mal, del sufrimiento, de la injusticia, de un mundo gobernado por Dios Todopoderoso y justo, es el problema más oscuro de la vida. Job no ofrece una solución ni una fórmula filosófica, sino un misterio infinito. Dios mismo, más que cualquier idea que Dios enseñe, es la respuesta de Job.

Gran parte del interés dramático de Job proviene del contraste irónico entre el punto de vista de Job y el “punto de mira” de Dios. El lector puede también compartir el punto de vista de Dios debido al prefacio (capítulo 1), pero Job no. Hay, pues, una ironía constante, un contraste entre lo que le parece a Job y lo que realmente es. Dios parece estar a prueba, Job está verdaderamente a prueba. Job parece estar cuestionando a Dios, pero es Dios quien realmente cuestiona a Job.

El prólogo explica que Satán le dice a Yavé: Job es íntegro y recto porque tú lo proteges, bastará con extender tu mano y tocar un poco lo que posee para que te maldiga. Dios deja en manos de Satán cuanto posee, y Satán destruye sus posesiones, pero Job no maldice a Dios, sólo se queja y dice: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios” (cfr. caps. 1 y 2).

Libro con diversos niveles de comprensión

Job es un libro de muchas capas, quizás podrían ser cinco estas capas. La primera es el problema del mal: ¿Cómo puede un Dios bueno permitir que le pasen cosas malas a gente buena? La solución de sus tres amigos es simple: Job sufre porque “no es buena gente”. Ante la alternativa de dudar de la bondad de Dios o de Job, dudan de Job, él resulta el culpable de que le pasen desgracias.

En segundo lugar, está el conflicto entre fe y experiencia. La fe de Job le dice que espere una recompensa justa, su experiencia le muestra un sufrimiento inmerecido. Dios juega al límite con él…, ¡y Job pasa la prueba! Dios no deja que se nos ponga a prueba más allá de lo que somos capaces de soportar (1 Corintios 10,13).

En tercer lugar, está el sentido de la vida, expresado en esta pregunta a Dios: “¿Por qué me sacaste del vientre materno? Hubiera yo expirado y ningún ojo me habría visto” (Job, 10,18). Es un grito del que sufre, es decir, desde la agonía.

En cuarto lugar, está el problema de la identidad. Cuando los tres amigos vienen a consolarlo no pueden reconocerlo. Está desfigurado, sentado en un montón de estiércol y cubierto de llagas. ¿Este es el Job que anteriormente se sentó a las puertas de la ciudad resolviendo los problemas de muchos que venían a consultarlo, brillando como un ejemplo de justicia?

¿Job, ha perdido su identidad? ¡Todo lo contrario!, su sufrimiento le aporta su identidad más profunda, como los trazos de martillo y cincel del escultor dan identidad a una gran estatua.

En quinto lugar, y el más profundo, es el problema de Dios. Los propósitos, el carácter y la confiabilidad de Dios son el misterio revelado en la Biblia y en Job. La pregunta es ¿quién es Dios para mí, para Job? Esta es la clave para resolver otros problemas, porque Dios es quien da a Job su identidad, su propósito y sus soluciones.

Los amigos de Job tienen argumentos fuertes y Job no puede responder. Para los amigos de Job Dios es un objeto ausente, indiferente; para Job, Dios es una persona presente e involucrada. Los tres amigos muestran un trato cortés con Dios; Job tuvo un matrimonio tormentoso con Dios, que incluyó peleas, pero no divorcio. Los amigos hablan sobre Dios, Job habla con Dios.

La respuesta que sugiere el libro es, primero que nada, que la bondad y justicia de Dios son mucho más misteriosas de lo que pensamos. La bienaventuranza de largo alcance se compra con miserias de corto alcance. El sufrimiento genera sabiduría, que es el corazón de la bienaventuranza. ¿Por qué Job está satisfecho a pesar de que Dios no responde a sus preguntas? Porque está satisfecho con la única respuesta posible. Dios responde al interrogador, no a la pregunta. Así debe ser por el bien de Job. El protagonista lo entiende cuando ve a Dios cara a cara. El vacío no tenía sentido hasta que Dios vino y lo llenó, como una cerradura no tiene sentido sin la llave.

Job es una figura de Cristo, es un “siervo sufriente”, elegido por Dios para sufrir, no porque sea tan malo, sino porque es tan bueno. En Job vemos el drama cristológico de la muerte y la resurrección, que se desarrolla en un abismo del corazón donde las palabras “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, suben como una ofrenda preciosa y redentora al cielo. Peter Kreeft comenta: Lo que sucede en el libro de Job es la Misa y Job es el altar.

Sacado en parte del libro de Peter Kreeft, Puedes entender la Biblia. Prensa Ignacio San Francisco, 2005.

 


 

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