Por P. Fernando Pascual
Empezamos a caminar hacia una meta. Pasan las horas. Notamos que algo no va bien. Surge la duda: ¿habremos perdido el camino?
En la vida interior también podemos perder el camino: cuando dejamos a Dios en un lugar secundario, cuando damos más importancia a los bienes materiales, cuando nos preocupamos del propio bienestar y olvidamos las necesidades de otros.
A nivel comunitario, como parroquia, como diócesis, como Iglesia, existe el peligro de perder el camino. Eso ocurre si nos convertimos en burócratas, si aceptamos poco a poco la mentalidad del mundo, si centramos la pastoral en diálogos vacíos de fe.
Cuando notamos que estamos fuera de la ruta, necesitamos tomar medidas urgentes para recuperar el camino. Porque, de lo contrario, cada paso que damos nos aleja de la meta o nos introduce en senderos llenos de peligro.
¿Cómo recuperar el camino en la vida cristiana? Con una mayor vida de oración, con un estudio continuo de la Palabra de Dios, con una lectura asidua del Catecismo de la Iglesia Católica y de tantos documentos del Magisterio.
Si vamos más a fondo, recuperar el camino significa volver una y otra vez la mirada al único Camino, a Cristo, que es además Verdad y Vida.
No seremos verdaderamente católicos si nos perdemos en los medios y procesos, si hablamos sobre el hablar casi de modo enfermizo, si hacemos reuniones y reuniones donde el Señor brilla por su ausencia.
Solo mantendremos nuestro corazón en el verdadero Camino si corregimos desviaciones que nos hacen autorreferenciales y nos desgastan en los medios, y si mantenemos viva la esperanza en el Señor.
Este día encontraré bifurcaciones que pueden llevarle lejos del camino. Necesito pedir luz a Dios para no olvidar nunca la meta y para orientar mente, corazón y acciones para buscar siempre lo único importante: amar a Dios y a los hermanos.
Imagen de Manfred Antranias Zimmer en Pixabay