Por Rebeca Reynaud
San Josemaría utilizó la expresión “unidad de vida” que se refiere a la coherencia de vida; es decir, que no haya rupturas entre la vida espiritual y lo demás.
Juan Luis Lorda explica: Hay una vocación a la que estamos destinados y allí está nuestra diversidad. La vocación implica el trato con una Persona. La vida da tumbos, pero Dios siempre llama y está constantemente llamando. El objetivo es aumentar la vida cristiana y evangelizar. Hay una vocación en la historia: Dios mueve y este eco tiene sus repercusiones; actúa interiormente la gracia. Jesucristo interpela a todo el mundo.
Muchos fieles cristianos hemos escuchado esta llamada, queremos contribuir a la extensión del Reino de Dios. Se percibe que “yo puedo hacer algo”. Casi todo es común en la Iglesia, pero hay acentos y colores distintos. El laico santifica las cosas temporales, hace las cosas por Dios, participa en la alabanza a Dios, y así, trata de elevar todas las tareas y problemas de este mundo al Señor. El objetivo es hacer las cosas con el Señor. Si pelo patatas o hago trabajo de carpintería, es con el Señor, y se hace bien y con cariño.
Lo que no se ve también se eleva a Dios. La principal eficacia de la historia está en la Cruz del Señor. En lo que hacemos hay que poner amor de Dios. Si hago una cosa para mí, por vanidad personal, la estoy deformando, hay una quiebra allí. Hay que tener un tono de rectitud en todo y valorar lo que hacen los demás. Queremos avanzar en el saber y en la cultura, pero también hemos de contribuir a cosas ordinarias como pelar patatas, y hay que ponerle este tono sobrenatural. Hay que hacer bien el trabajo
Dificultades
El vasto océano de la vida nos presenta desafíos constantes. Al igual que un barco en el mar, necesitamos una dirección clara y un destino definido. Séneca decía: “No hay viento favorable para quien no sabe adónde va”.
La vocación es como un barco que quiere llegar a puerto. Quiero dedicarme al Señor, le ofrezco mi día y eso da unidad a la vocación. Las primeras dificultades pueden estar en que no salen las cosas, nos equivocamos; pero con sabiduría humana aprendemos a hacer las cosas mejor. Procuramos cultivar las virtudes por amor a Dios. El orden nos ayuda a encontrar las cosas y a no depender de lo que se nos ocurra. El Espíritu Santo habla dentro de la conciencia y nos saca de la particularidad. Las dificultades son lo normal. Estamos en parte rotos por el pecado: hay envidia, pereza, enfados, tibieza, desaliento, etc. A veces no sabemos encajar algo que no ha salido bien. El desgaste es natural y hay que descansar, pero perfección tendremos sólo cuando resucitemos.
El entorno nos lía, nos reclama, nos entristece, nos falta tiempo … Son dificultades secundarias. Lo que hay que evitar es cambiar a Dios por un ídolo, por la avaricia, por amoríos o por el dinero.
Lo esencial -dice el doctor Lorda– es no perder el rumbo, para eso hay que ser muy honrados, porque queremos llegar a puerto, que es el Señor. Pongo los medios, me confieso, hago oración y eso me permite conservar el rumbo. Es una gran aventura eso de amar a Dios cada día, todo queda iluminado. Se vive la alegría de que todo tiene sentido.
Una empresa se puede hundir y pasa nada. Eso es santificar lo ordinario. A lo imposible nadie está obligado. El problema es cuando hay desamores. El amor por la llamada, por el fin, por servir, nos lleva adelante. Hay que estar muy agradecidos al Señor, nos ha querido, nos ha acompañado y siempre nos apoya.
El amor es la clave de la unidad de vida. Hay cosas que se originan poco a poco. Puede haber enfermedad o cansancio, hay que cuidar que eso no nos rompa la salud. Se hace lo que se puede y eso es muy grande delante de Dios.
El remedio de los remedios es la piedad y, a pesar de que el barco esté un poco viejo, llega a puerto, si hay ese deseo de tratar al Señor y de llevar la luz a otras personas. Llegar a otros es un tema constante de nuestra oración y de nuestra vida, si podemos llegar a otros, mejor, sin importar el número.
Vivimos con las consecuencias del pecado y las superamos con la gracia del Señor y de las virtudes, pero esta aventura tiene una luz que permanece en nuestra historia personal.
Si el fin está en su sitio, y si ese fin tiene fuerza, podemos ser fieles porque la ilusión ha permanecido. Mientras vayamos a puerto por el buen rumbo, lo demás no importa.
FUENTE: Unidad y coherencia de vida cristiana
Imagen de Duernsteiner en Pixabay