No nos extraña, ni poco ni mucho, la introducción que tiene la liturgia para esta fiesta de la Ascensión del Señor:

«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse».

La Ascensión de Jesús es el gran principio de nuestra esperanza.

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética 1 de junio de 2025

Hechos de los apóstoles

El principio de este libro está marcado con estas palabras:

«En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo y ascendió al cielo».

Es claro que se refiere, San Lucas, al tercer libro del Evangelio que fue su primer escrito y ahora como que lo continúa en los Hechos de la Iglesia primitiva, es decir, los Hechos de los apóstoles.

Jesús les da un mandato a los apóstoles, después de su resurrección, pidiéndoles que se queden en Jerusalén hasta que venga el Espíritu Santo.

Un buen día, cuando estaban todos en el Monte de los olivos, le hicieron varias preguntas. Jesús no contestó. Comenzó a levantarse sobre la tierra…

Ellos seguían mirando al cielo hasta que la nube se lo quitó de la vista y vieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:

«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse».

Este es el gran regalo de la ascensión de Jesús: nos ha enseñado que todos tenemos que ir «hacia arriba» para encontrarnos con Él.

Salmo 46

Es un salmo que canta entre músicas y aclamaciones el triunfo que se cumplirá en el Redentor:

«Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas».

El salmo continúa pidiéndonos hacer fiesta: «Aclamando al Señor con gritos de júbilo».

Es un salmo que parece escrito precisamente para esta fiesta, el triunfo de la Ascensión del Señor.

Hebreos

Comenzamos leyendo que «Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios intercediendo por nosotros».

Evidentemente que el autor de esta carta se está refiriendo a la ascensión de Jesucristo que sube a la gloria, para interceder por la humanidad a la que Él mismo ha redimido con su muerte y resurrección.

Es una verdad que hacemos nuestra en el Credo, cuando decimos: «Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre».

Verso aleluyático

Es el gran mandato de Jesucristo que ha hecho suyo el Papa León XIV últimamente:

«Id a hacer discípulos de todos los pueblos. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Con la ayuda de Jesús todos debemos ser auténticos misioneros.

Evangelio

El Evangelio de hoy pertenece a San Lucas que nos presenta los últimos consejos de Jesús a sus discípulos: después de pedirles que sean sus testigos, les promete una vez más el Espíritu Santo «para que os revistáis de la fuerza de lo alto… Y mientras los bendecía se separó de ellos subiendo hacia el cielo».

Los apóstoles se postraron ante Jesús que ascendía a la gloria y regresaron con mucha alegría a Jerusalén. Y ahí estaban en el templo bendiciendo a Dios.

La fiesta de la Ascensión es para la Iglesia una fiesta de alegría y envío. Alegría porque Jesús nos ha enviado al Espíritu Santo, y de envío porque este es el último mandato del Señor antes de subir a la gloria.

Siguiendo el mandato del Papa San Juan Pablo II tengamos siempre presente que todo bautizado tiene que ser misionero y santo.

 
Imagen de Dave Noonan en Pixabay


 

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