Por Rebeca Reynaud

El ambiente de amistad se ha de manifestar de muchas maneras, por ejemplo, se nos hace partícipes de las necesidades económicas y de los problemas o preocupaciones, se fomenta el diálogo, de modo que todos sientan la casa como propia. La vida de las familias requiere que todos se empeñen en mejorar su carácter, aprendan a ceder y se acoplen a lo que hay. El esfuerzo por hacer la vida agradable a los demás es un empeño gustoso que forma parte de la vida diaria.

Una parte de este ambiente de la vida en familia son las reuniones informales. Si se viven bien constituyen una necesidad y una ocasión espléndida para conocer bien a los demás y crear vínculos profundos. Conocer las virtudes de la convivencia: comprensión; a alguien se le cae la lámpara. Podemos decirle: “¡Ah viveza!”, o “eso nos puede pasar a cualquiera, no te preocupes”. La afabilidad abarca la amabilidad, la cortesía, la gentileza y la mansedumbre; un ejemplo podría ser sostener la puerta para que alguien pase, o sonreír. “Las almas pacíficas son la delicia de Dios”, le dice Jesús a una mística italiana.

Tienen mucho que ver con la convivencia la paciencia y los pequeños heroísmos. Que nuestras aportaciones no sean de denuncias, éstas no corrigen nada, es mejor busca un esfuerzo más generoso. Hay que evitar lo que menoscabe esos ratos de convivencia. La vida de relación se puede convertir en un campo de batalla si no cuidamos los impulsos. La envidia nos lleva a centrarnos en nosotros mismos y no vemos que los dones de cada uno son distintos. No bulear a los demás por los errores o límites de alguno. Por otra parte, hemos de tener muy en cuenta lo positivo de cada uno. Si lo veo y pienso en lo malo, es una sugerencia de satanás, una artimaña del demonio.

La lealtad está en vivir bien la convivencia. Poner más preocupación por las personas, y contar con que los malos momentos llegan solos; los buenos momentos hay que provocarlos.

Es muy natural que se comenten temas apostólicos, respetando siempre la intimidad de las personas. Se han de evitar las discusiones, las polémicas, los temas candentes de política. No vale la pena separarnos por cosas de poca monta.

Hay que saber estar al tanto de las fechas significativas en la vida de los demás, como saber qué día es su cumpleaños y saber si le gusta celebrarlo. Transmitir el calor de hogar a todos. En la inauguración del acto académico de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz del año 2021, el Padre don Fernando Ocariz dijo: “Depende de cada uno de nosotros descubrir el regalo que es cada persona”.

Un sacerdote le decía a unos seminaristas: No olvides, hijo mío, que los que te santifican son tus hermanos, unas veces positivamente, y otras, con sus defectos.

Dejarle de hablar a alguien supone infantilismo, supone ser enano en la vida interior y, sobre todo, supone falta de amor a Dios y al prójimo.

 


 

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