Por Rebeca Reynaud
Al pensar es posible hacer conexiones interesantes, ya que la reflexión además abre horizontes. Debemos de reflexionar, dice Susana Christiansen (filósofa venezolana). ¿Dónde está mi fuente de información? No puede estar sólo en las redes: Si uno sólo habla de TikToc y de Instagram, nuestra capacidad mental va a reducirse. Hay que tratar de que las fuentes sean de sabiduría.
¿En qué ideas has estado pensando en los últimos dos meses? En problemas, en leer algún libro, en mis amigos, en la familia, en lo que haré el fin de semana… Esa idea, ¿es para resolver algo o ilumina algo en mi vida?
¿Has pensado en esto?: El tiempo es amor que se despliega, ¿en dónde lo quiero desplegar? Con esta idea vamos cambiando la forma de vivir y trabajar.
San Josemaría decía: Yo aprendí a llamar Padre a Dios desde pequeño, pero sentirlo, experimentarlo, lo aprendí de adulto en un tranvía. Esa experiencia le llevó a admirar la filiación divina. Para nosotros, es necesario hacer el paso de lo intelectual a lo afectivo, de la cabeza al corazón. El año siguiente, ese mismo santo dice: “Dios es mi Padre y no salgo de esa consideración”. Esa idea fue un tesoro y la siguió profundizando toda su vida porque es una idea básica. Este tipo de ideas nos ayuda a ser libres. Pensar sólo en la utilidad de las cosas nos limita, “es lo que menos se adapta a las personas magnánimas” (Aristóteles). Nuestra capacidad es muy grande y no la podemos reducirla a lo instrumental.
“Las grandes mentes discuten sobre ideas, las mentes promedio discuten sobre eventos, las mentes pequeñas discuten sobre personas”, afirmaba Eleanor Roosevelt.
Pensar da alas
¿Cómo saber exactamente lo que Dios quiere? Dios nos da pistas. La Voluntad de Dios es siempre la misma: que amemos (Fernando Ocáriz). Si es así, eso nos ayuda a discernir, sin embargo, las ocasiones de amar se complican cuando se meten los propios intereses.
Si lees un libro y te hace feliz, analiza por qué, es una idea que abre a la comprensión de cosas más profundas.
¿Por qué Dios nos ama a todos por igual? Es parte del misterio del amor de Dios. Hay que ver, no lo que tú haces sino lo que Dios hace por Ti. Eso da luz sobre toda la existencia. La luz ayuda a la comprensión sobre la misma realidad. Una inmensa mayoría no aplica su fe. aunque estén bautizados.
Hay trabajos que dan luz como la administración del hogar: ayuda a cubrir necesidades básicas y ayuda a que la gente descubra su identidad. Es la única profesión en el que a la persona se le trata como persona. En una escuela nos tratan como alumnos, en un hospital nos tratan como enfermos, en una tienda, como clientes. En la familia a la persona se le trata como persona, es decir, se le quiere por sí misma.
El trabajo del hogar materializa la filiación divina. Tenemos un amor inmerecido y la ese trabajo me ayuda a vivir la vida de gracia.
Charles Taylor dice que el cerebro descubre significados, es decir, lo que ya está dado, pero no crea los crea, porque si fuera así, nada valdría la pena. Nadie daría su vida por una causa que viene de su inteligencia o su imaginación porque no es significativa. Tenemos que recuperar la capacidad de dar razones de lo que hacemos. Debemos saber responder a la pregunta ¿por qué? Si no hay un porqué, nadie puede dialogar con nosotros.
Si hiciéramos “una revolución del porqué” estaríamos cambiando las estructuras de la sociedad. Hay que dar un porqué elijo o decido ciertas cosas, así se humaniza la sociedad porque le ayudamos a pensar.
En el momento de la dificultad, ¿a qué acudo para salir de eso? Preguntar: ¿por qué estoy haciendo esto? Porque el tiempo es amor que se despliega y yo decido cómo usar ese tiempo. Voy a visitar a un anciano que me cuenta algo ya sabido: Fijarse en los ojos que le brillan a la persona que me cuenta algo por quinta vez, nos puede alegrar de saber escuchar, y así, saber amar.
Si uno va a la raíz de ciertas situaciones, uno ve que es difícil encontrar soluciones. Y uno pregunta: ¿Por qué haces eso? “Porque todo mundo lo hace”, responde. Es una razón debilísima.
Lo nuestro es ser Cristo en el siglo XXI, para serlo tenemos que pensar como serlo en el día a día. San Agustín dice hay que evangelizar siempre, y a veces, con palabras. Una persona evangeliza si se ve que pone amor al trabajar.
El sentido de pertenencia se desarrolla en el trabajo de cada día. Ese sentido se da en una familia, en una empresa, en una nación o en un equipo.
Un residente incrédulo de Toronto al irse, dejó un mensaje a quien hacía el trabajo del hogar: “Ustedes son lo más cercano a Dios que conozco, a ustedes no las veo, pero sé que me quieren”.
Reunirse para pensar en el trabajo de la semana, es amor que se despliega. Si hay extras se encaran mucho mejor que si no se esperaban. A las personas se les cuida dependiendo de su vulnerabilidad, y a esto colabora el trabajo en el hogar.
A veces uno cree que no tiene tiempo para pensar. El tiempo dorado para pensar es cuando estamos en silencio. Separarse del hecho, ayuda, porque uno ve las cosas con perspectiva. De allí la importancia de leer libros que no tienen que ver con mi trabajo, o ver documentales sobre la naturaleza (sobre el fondo del mar, sobre los volcanes, etc.) para luego tener temas de conversación. Si llego al comedor y todos están en silencio, yo no puedo unirme a ese silencio. Si quiero aportar algo, voy a hablar del artículo que leí, eso alimenta el espíritu humano. ¡Hay tantos temas! Y eso ayuda a la higiene mental. La palabra reflexión viene de doblar hacia atrás, es decir, tomar distancia. Sin silencio no puedo profundizar.