Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 13 de julio de 2025

A nuestra sociedad le cae muy mal que le manden. Cada uno cree que es la autoridad de sí mismo y ahí acaba todo. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña un camino muy claro para seguirlo y encontrar el Reino de Dios.

Deuteronomio

Nos asegura que todos los seres humanos, lo reconozcamos o no, tenemos inscrito en el corazón la ley de Dios; es decir, los mandamientos que debemos cumplir.

Atendamos:

«Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandamientos… Conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma».

Por más que la humanidad se resista a obedecer a Dios, sus normas, sus mandamientos, sus leyes, están claras en cada uno de los seres humanos:

«El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo».

Aunque la humanidad sea infiel a Dios, Él no se apartará de ella porque desde dentro la conduce.

Salmo 68

«Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias».

El salmista nos da un consejo muy importante para todos:

«Miradlo los humildes y alegraos, buscad al Señor y revivirá vuestro corazón».

San Pablo

El apóstol nos presenta hoy su gran himno a Cristo que deberíamos meditar porque nos habla de la profundidad de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, «porque por medio de Él fueron creadas todas las cosas, celestes y terrestres».

De esta manera la invitación del apóstol es para admirar, glorificar y reconocer la grandeza de Jesucristo. Para nosotros resulta muy importante esta afirmación de San Pablo: Jesús es «el principio, el primogénito de entre los muertos y así es el primero en todo».

En Jesucristo el Padre Dios ha querido reconciliar consigo todos los seres del cielo y de la tierra: ¡Jesús es una maravilla!

Por eso nos alegra saber que nuestro Papa León XIV ha puesto a Jesucristo como centro de unidad y amor para toda la Iglesia.

Verso aleluyático

Queramos reconocerlo o no, todas las criaturas tenemos que afirmar hoy con el evangelista San Juan:

«Tus palabras Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna». Jesús es Dios.

Evangelio

El capítulo diez de San Lucas resulta muy interesante para meditarlo en este domingo XV del tiempo ordinario:

Un maestro de la ley pregunta: «¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»

Jesús le hace dar la respuesta a él mismo, con las palabras de la Escritura, puesto que es un maestro:

«¿Qué lees en la Ley?».

El maestro responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo».

Jesús lo felicita y parece que ahí quedó todo. Pero aquel maestro no se contenta, quizá por vanidad o quizá porque quiere aprender y pregunta:

«¿Y quién es mi prójimo?».

Jesús aprovecha para contarnos a todos la parábola del «buen samaritano».

Este señor se encuentra por el camino con un hombre herido y despojado de todo y, aunque no es de su religión, sintió lástima de él, «se le acercó, lo vendó y echándole aceite y vino en las heridas, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a la posada y pagó. Dijo al posadero: “cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”».

Al terminar la parábola, Jesús pregunta al maestro de la Ley: «¿Cuál te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».

Él contestó: «El que practicó la misericordia con él».

Jesús concluyó aquel día, y sigue diciéndonos a todos, lo que le dijo al maestro de la Ley:

«¡Anda y haz tú lo mismo!».

 
Imagen de Tumisu en Pixabay


 

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