Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 12 de marzo de 2023
Hablamos de las exigencias de la ley que nos ha dado Dios como fruto de su amor y para felicidad del hombre. Esta ley llega a su plenitud con Jesús en el Nuevo Testamento.
Eclesiástico
Los versículos 14 y 15 del capítulo 15 (que no recoge la lectura de hoy) son muy importantes.
El Eclesiástico enseña que «al principio Él creó al hombre y lo dejó en poder de su propio albedrío». Es decir, le dio a escoger libremente… y lo aclara en el versículo 15:
«Si quieres guardarás los mandamientos del Señor y permanecerás fiel a su voluntad».
A continuación, en los versículos de hoy, aclara todas las posibilidades que tenemos para escoger entre el bien, la vida y la muerte:
«Delante del hombre están muerte y vida, le darán lo que él escoja».
Termina aclarando que en el plan de Dios «a nadie se le obligó a ser impío, a nadie dio permiso para pecar».
Salmo 118
En este salmo, el más extenso de todos que trata de la bondad de la Ley del Señor, nos habla de la felicidad de quien hace la voluntad de Dios:
«Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor. Dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón…
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente. Enséñame a cumplir tu voluntad».
San Pablo
El apóstol nos asegura que sus enseñanzas no se apoyan en la sabiduría humana, sino en la que viene del Espíritu Santo para que la fe de los Corintios no tenga su apoyo en la sabiduría de hombres, sino en la sabiduría de Dios.
Se trata de una «sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos».
Según San Pablo, no la conocieron los hombres y por eso no pudieron descubrir a Jesús y lo mataron.
Nosotros conocemos esta sabiduría por revelación del Espíritu que la concedió al hombre para que participara en la gloria de Dios.
Verso aleluyático
Alabemos, con Jesús, la sabiduría de Dios que Él ha revelado a los sencillos:
«Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla».
Evangelio
Continuando lo que llamamos el «Sermón de la montaña», San Mateo nos va a ir presentando la diferencia de la ley del Antiguo Testamento con la ley del Nuevo Testamento, es decir, la «Ley del amor».
Les invito a leer con tranquilidad el largo capítulo de hoy (Mt 5,17-37) y a sacar, ustedes mismos, las conclusiones y verán cómo Jesús lleva a la perfección los mandamientos antiguos.
El mismo Jesús recalca varias veces:
«Oyeron que se dijo… pero yo les digo».
Es su autoridad divina sobre la ley de Moisés.
Tenemos, entre otros, el ejemplo siguiente:
«Habéis oído que se dijo a los antiguos: “no matarás y el que mate será procesado” …, pero yo os digo».
Y a continuación nos explica que no solo es pecado el aborto, la eutanasia, matarse unos a otros en la guerra… sino que, además, el tratar mal al hermano se convierte en pecado grave. En este sentido, nos dice Jesús:
«Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano y entonces vuelve a presentar tu ofrenda».
De esta manera queda claro que la caridad regula, según Jesús, todos los mandamientos.