Por Arturo Zárate Ruiz

Con eso de que el Papa es de Estados Unidos se han preguntado algunos analistas si paga o no impuestos al Tío Sam. Algunos concluyen que sí debería.

Este asunto ya se trató en los mismos Evangelios. Se le preguntó a Jesús si deben los reyes pagar impuestos (Jesús es Rey, y el Papa es el soberano absoluto de la Ciudad del Vaticano). Y Jesús responde que no está obligado a pagar, pero para evitar ofender a otros, decide pagarlo él mismo y pide a Pedro que use una moneda encontrada en la boca de un pez para cubrir el impuesto.

Si no por otra razón, nosotros debemos pagar impuestos para no ofender a papá gobierno. De ofenderlo, nos castigará.

Por supuesto, nos duele pagar impuestos. Se criticaba a la Iglesia por dizque exigir el diezmo (10% de los ingresos). Pero en México el gobierno sí nos cobra un 16 % de IVA, para no hablar del impuesto sobre la renta que alcanza hasta el 35 % de los ingresos. El gobierno prácticamente se lleva la mitad de nuestro patrimonio.

Lo cual no estaría del todo mal si se reflejara en buenas administración y obras públicas.

Quizá la más importante es la educación, buena educación. Un pueblo educado es el motor que hace progresar a las naciones. Además, un pueblo educado es feliz, no sólo por gozar de conocimientos, también por desarrollar los talentos y las habilidades que enriquecen las vidas de las personas. Si permitiese el gobierno la participación más amplia de particulares en esta tarea, como en muchas otras, se cumplirían mejor tales metas. En Estados Unidos la educación pública no la define un burócrata en Washington, la define, en cada distrito escolar (tan chico como un municipio en México), un comité de padres de familia y de maestros.

De toda la obra pública, tal vez la más importante es dotar de agua potable a las comunidades. Solo el 52.3% de la población urbana tiene acceso constante al agua potable. Cuando viví en Monterrey, antes de la construcción de la presa El Cuchillo, tenía apenas tres horas de límite, en la madrugada, para recabar agua en cubetas. Y eso en el centro de la ciudad.

México tiene un relieve muy accidentado, de compararlo con el de Estados Unidos. Aquí es muy difícil construir caminos, pero hay que hacerlos, y buenos. Son importantes para el comercio y para tener acceso a los bienes. Todavía hay muchas comunidades aisladas que por su lejanía consiguen todo más caro, si es que lo consiguen.

La inversión en salud ha sido importante, y, más que todo atinada (prevención, más que curación); sus resultados, por tanto, excelentes. Si en la década de los 50’ s la esperanza de vida era 59 años, ahora es 75 años. Por muy limitada que sea la atención médica en los centros públicos de salud, la envidian los mismos estadounidenses de carecer ellos seguro médico.

Que el Estado impulse el bienestar y la economía de un país no debe llevarnos a pensar que deba ser el único encargado de esta tarea. Es una tarea de todos, en muchos frentes, en los cuales las personas para mejor lograr su desempeño deben gozar de libertad.

El Estado, diría yo, no debe ni siquiera ser el “rector” de la economía, como ahora dice nuestra Constitución. Los rectores de nuestra economía debemos ser, en su área particular, cada mexicano. Son las iniciativas particulares las que identifican las nuevas y mejores oportunidades, no los burócratas que nos gobiernan.

Por supuesto, que el Estado cobre impuestos, pero sólo para desempeñar sus tareas básicas: darles vigencia a las leyes, en especial, cuidar de la seguridad pública.

Eso es lo que esperaría de un buen gobierno: fin de la corrupción, fin de la delincuencia, una buena administración de los bienes que se requieren para asegurar el orden público, pero no más. Eso de fabricar chocolatitos Bienestar, mejor déjenselo a la iniciativa privada, que, sin burocracia, inmersos en competencia por los mercados, se esfuerzan por lograrlo mejor, pues, de no cumplirlo, los ignorarán los consumidores.

Limiten los gobernantes, pues, los impuestos, al buen desempeño de esas tareas básicas. Redúzcanlos. Y tengan confianza en que cada mexicano, en condiciones de libertad, conseguirá mejor todo lo demás.

 
Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay


 

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