Por Cecilia Galatolo

Noticias falsas y censura: ¿existe una línea divisoria? Vayamos por partes. Para describir a una persona que carece de estabilidad moral, que primero sigue una corriente de pensamiento y luego otra, incluso opuesta, según su conveniencia, se utiliza la imagen de una bandera que cambia de dirección con el viento.

Esa es la impresión que muchos han tenido respecto al cambio en la gestión de las principales redes sociales tras el relevo en el gobierno de Estados Unidos.

El caso

Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp), al inicio del mandato de Trump, en una entrevista con Joe Rogan, habló sobre la presión que recibió de la administración de Biden para censurar ciertos contenidos. Según sus declaraciones, uno de los temas más vigilados era el de las vacunas contra el Covid-19 y sus posibles efectos secundarios, reales o presuntos.

Si bien evitar la anarquía y la confusión, especialmente en un ámbito tan delicado como la salud y en un momento de emergencia, podía ser una prioridad comprensible, según Zuckerberg, el problema surgía cuando todas las opiniones, investigaciones y declaraciones que no coincidían con la versión del gobierno debían ser eliminadas, incluidos contenidos que expresaban dudas legítimas o viñetas satíricas que, en una democracia, deberían ser aceptables.

A pesar del respeto por las directrices sanitarias, se imponía proteger a los usuarios de las redes sociales incluso de contenidos que en realidad enriquecían el debate o planteaban preguntas razonables. «La administración nos presionaba de manera muy fuerte», insistió Zuckerberg en múltiples ocasiones.

Los medios: de guardianes del poder a instrumentos de poder

Algunos sostienen que con el gobierno de Biden se alcanzó el punto más bajo en términos de libertad de expresión. «La historia recordará esta época como el momento en que los principios más sagrados de Estados Unidos se enfrentaron a un poder institucional sin precedentes… y perdieron», afirman Joshua Stylman y Jeffrey Tucker en un artículo titulado El costo de la censura ya repudiada de Facebook (Mercatornet).

Luego agregan: «El desmantelamiento sistemático de los derechos fundamentales no se produjo mediante el uso de la fuerza militar ni a través de un decreto ejecutivo, sino mediante la silenciosa cooperación de plataformas tecnológicas, guardianes de los medios y agencias gubernamentales, que afirmaban estar protegiéndonos de la ‘desinformación’».

Algunos consideran que esta injerencia representa una de las violaciones más graves de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza, entre otros derechos, la libertad de prensa y de expresión.

Cambia el color del partido, pero persiste el peligro de la instrumentalización ideológica

En un video publicado el 7 de enero de 2025, Zuckerberg habló de cuatro años «difíciles» y del deseo de «volver a las raíces» de la libertad de expresión en el país.

En el mismo video, el cofundador de Facebook anunció un cambio en las políticas internas para el control de contenidos en sus plataformas, optando por sistemas menos complejos que reduzcan el riesgo de errores técnicos y otorguen a los usuarios mayor libertad.

El punto clave es la verificación de datos (fact-checking): Meta ha decidido abandonar los programas de verificación de terceros en Facebook e Instagram. Según la empresa, esta nueva política fortalecerá la autonomía de la plataforma, que en demasiadas ocasiones ha sido acusada de favorecer una agenda específica. Ahora, la política general será incentivar a los usuarios a verificar la información por sí mismos.

Esta decisión ha sido duramente criticada por la administración saliente de Biden, que la calificó como «vergonzosa» y potencialmente peligrosa para la salud pública.

Como ya se mencionó, el repentino apego a la libertad de expresión, manifestado justo después de la investidura de Trump, puede hacer pensar que la decisión de Zuckerberg no es del todo libre, espontánea o desinteresada. Si bien es cierto que la administración Biden pudo haber interferido y violado principios fundamentales que garantizan la autonomía de las empresas de comunicación, ¿qué nos asegura que este mismo riesgo no existe ahora con la administración Trump? ¿Y que una nueva alianza no haya comenzado ya?

En busca de un límite

Más que centrarnos aquí en la buena fe de Zuckerberg, quien hoy reniega de la administración a la que sirvió fielmente durante años sin titubear, o en juzgar al gobierno pasado o al actual, nos interesa abordar el tema de la libertad y la censura, y reflexionar sobre cuál es el límite entre la protección de los derechos de los ciudadanos —mediante la limitación de las noticias falsas— y la defensa de intereses particulares bajo el pretexto de protegernos de la desinformación.

Lo que es indudable es que, cuando nos enfrentamos a una política intervencionista por parte del gobierno —sea cual sea el partido en el poder—, surge siempre un problema grave: una acción destinada a combatir la desinformación puede transformarse en censura gubernamental.

Y dado que la diferencia entre ambas no es en absoluto secundaria, hoy, más que ofrecer respuestas, queremos dejarles una pregunta: ¿dónde está el límite?

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Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de julio de 2025 No. 1565

 


 

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