Por Rebeca Reynaud

Perdona a tu mamá y perdona a tu papá, quizá ahora no lo entiendas, pero cada vez que te sentiste lastimado, abandonado, humillado, te estaban enseñando a ser más fuerte, más independiente. Te enseñaron a marcharte de donde ya no es tu lugar.

Perdona a tu pareja que te engañó, quizá doliera mucho, pero te estaba enseñando a poner límites, a amarte y a serte fiel a ti mismo.

Perdona a tu amigo, el envidioso, el que habló mal de ti, el que te hizo la vida imposible, el vio en ti algo que nunca podría llegar a ser y te enseñó que, incluso en tu peor momento, tu luz brilla tanto que lastima la vista de los demás.

Perdona a tus hijos por las insolencias, los desprecios, el abandono. Te están enseñando a soltar tus apegos y a entender que no puedes controlarlo todo, te están ayudando a soltar.

Pero sobre todo perdónate a ti mismo.

Por tu sobrepeso, por no ser el hijo ideal, la pareja generosa, la madre incondicional, el padre perfecto. Perdónate por cada vez que te dejaste vencer por el miedo, perdónate por cada error, pues de no ser por ellos, no serías la persona que eres hoy, créeme, eres maravilloso.

Tu historia es imperfecta, y es la tuya.
Tu vida es imperfecta, pero es única.
Y aunque no lo parezca…
Todo pasa por algo, para enseñarte algo.
Para crecer.

Aprovecha este día para agradecerte, todo el camino recorrido, todas las personas en tu vida, todas las experiencias recibidas; todo el año vivido en consciencia. Dios bendice lo que has amado y acepta nuestras disculpas y nuestro arrepentimiento como Padre de misericordia. En ti cumple sus deseos en luz y amor. Sé sal, sé santo.

ANÓNIMO.

Un personaje del Antiguo Testamento, Lamec -descendiente de Caín- se jactaba de vengarse de las ofensas setenta veces siete (Génesis 4, 24). Jesús emplea esa expresión oriental significando el ilimitado número de veces que hemos de perdonar. Para hacernos más accesible el perdón, Jesús lo ilustra con la parábola del siervo despiadado que no perdona la deuda a de un compañero, y él debía una gran suma al rey, quien perdona su deuda. Jesús enseña que no seremos perdonados si no perdonamos de corazón a los demás.

Perdonar viene de la preposición per que significa a través de (con sentido de intensidad o totalidad), y del verbo donare, que significa donar, dar gratuitamente. Su etimología es, por tanto, donar hasta el final, darlo todo.

El perdón tiene mucho que ver con el amor total que recibimos de Jesús, con el cual “todos somos del Señor” (Romanos 14,8). Por eso se entiende que en otras religiones no se comprenda bien lo ilimitado del perdón.

 
Imagen de Jupi Lu en Pixabay


 

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