Por P. Fernando Pascual
El sufrimiento llega a toda vida humana. Basta un malestar físico, o un reproche que hiere, o constatar el propio pecado, para que surja un sufrimiento en nuestro interior.
No deseamos el sufrimiento, pero vemos que aparece con mayor o menor frecuencia. Por eso los educadores se preguntan cómo ayudar a los niños para que puedan encajar los golpes del sufrimiento de la mejor manera posible.
En un libro sobre educación encontramos diversas reflexiones sobre este tema. Entre otras ideas, la Autora, Catherine L’Ecuyer, expone la siguiente: “Educar no es desensibilizar a los niños para que estén preparados para vivir en un mundo cruel sin sufrir, sino que es hacerlos más compasivos para que puedan convertir el mundo en uno más humano. Sufrir es parte de la vida. No lo deseamos a nuestros hijos, pero han de estar preparados para ello. Quien no sabe sufrir, no está preparado para vivir dando la cara a la realidad” (C. L’Ecuyer, Educar en la realidad, capítulo 19).
¿Cómo “saber sufrir”? Con realismo: no todo ocurre como desearíamos. La existencia humana está llena de contratiempos, algunos debidos a fenómenos naturales, otros ocasionados por quienes nos rodean, y otros que son consecuencia de acciones que uno mismo realiza.
Ese realismo no es incompatible con el reconocimiento de lo mucho bello que nos rodea, en la naturaleza, en las personas buenas, en el arte, en diversas formas culturales, en acciones que nos llenan de paz y consuelo.
A su vez, ese realismo nos ayuda a recibir cada golpe sin exageraciones: esa caída no es el fin del mundo, aunque por varias semanas no pueda caminar como desearía.
Incluso la experiencia del sufrimiento nos empuja a desarrollar una dimensión humana de enorme valor: la compasión. Sobre ella, encontramos estas frases en el libro apenas citado:
“Cada uno tiene su forma de dar sentido al sufrimiento. Lo que todas esas formas tienen en común es que uno se hace más fuerte, más maduro, más compasivo del sufrimiento de los demás y, por lo tanto, más capaz de sintonizar con las personas en general. La raíz etimológica de la compasión es sufrir con, por lo tanto, quien no ha pasado por la experiencia del sufrimiento nunca puede ser compasivo con los demás”.
La educación no puede dejar de lado el tema del sufrimiento. Es necesario evitar formas de dolor que tanto daño provocan en niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Al mismo tiempo, es necesario acompañar a quien sufre (también cuando uno puede ser “culpable” de su propio sufrimiento), sobre todo con una cercanía educativa que consuela en un momento difícil.
Luego, cada uno encontrará su manera para dar sentido a su sufrimiento, y para abrirse al dolor de otros en una actitud de empatía respetuosa, que permite consolar a quienes ahora necesitan cuidados, escucha y esperanza.
(Algunas de las ideas y de las frases aquí recogidas proceden de la siguiente obra: Catherine L’Ecuyer, Educar en la realidad, Plataforma editorial, Barcelona 2015).
Imagen de Manfred Loell en Pixabay