A finales de junio se estrenó en Netflix la película Las Guerreras del K-Pop (K-Pop Demon Hunters). Antes de leer esta reseña te recomiendo verla, pues para poder reflexionar tendré que contar gran parte de la trama.
Por Juan Diego Camarillo
Lo primero que llama la atención es su narrativa en torno a la lucha entre el bien y el mal. Un grupo de chicas, a través de su música, protege a la sociedad del poder de los demonios que intentan robar almas. Esta imagen conecta directamente con nuestra fe, pues como cristianos también combatimos esas fuerzas espirituales que buscan arrebatarnos la vida eterna. San Pablo lo dice con claridad: “Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo.” (Ef 6,11).
El infierno como destino real
Uno de los aciertos de la película es que presenta el espacio infernal tal como lo entiende la fe: un lugar de desolación y sufrimiento, no un espacio de libertinaje ni de diversión como a veces se retrata culturalmente con frases como “nos vemos en el infierno”. Aquí se muestra como un sitio de ataduras eternas, de dolor y tristeza sin salida. Jesús mismo lo describió como un lugar donde “allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 13,50).
La trama incluso nos muestra la historia de un alma condenada: un hombre que abandonó a su familia a cambio de bienes materiales. Desde allí escucha los lamentos de los suyos, reconociendo el precio de sus decisiones. Con esto la película nos recuerda que nadie llega al infierno por casualidad; es la consecuencia de rechazar el plan de Dios.
Sin embargo, la historia es dura y no concede ninguna redención al personaje. Ahí podemos recordar que la fe católica sí enseña la existencia del purgatorio: un lugar de purificación para quienes mueren en la gracia, pero aún necesitan limpieza (cf. Catecismo 1030). El guion, al no mostrar esta posibilidad, nos provoca a reflexionar: no podemos vivir esperando la misericordia sin conversión. Postergar el cambio de vida puede llevarnos tristemente a un destino sin retorno.
La hija con marcas del mal
Otro punto fuerte de la trama es la protagonista que carga con “marcas” heredadas de su padre demonio. Ella teme que su destino esté sellado, pero finalmente logra vencer ese peso y unirse al lado bueno al que siempre ha pertenecido. Esto refleja nuestra condición marcada por el pecado original.
En la vida cristiana, el bautismo borra esa mancha y nos hace hijos de Dios. Aun así, durante nuestra vida caemos muchas veces, y el maligno intenta convencernos de que le pertenecemos. Pero la verdad es otra: en Cristo descubrimos que nuestras marcas pueden ser transformadas por la gracia. “Si alguno está en Cristo, es una nueva creación; lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo” (2 Cor 5,17).
La esperanza que nadie puede arrebatar
Hay un diálogo en la película que resuena profundamente con este Jubileo de la Esperanza: “Búscate un chico mejor, este no tiene esperanza.” —“Bueno, ahí está la respuesta: sin esperanza” —responde el chico a la protagonista. Y ella le dice: —“Es lo curioso de la esperanza: nadie más puede decidir si la sientes. La decisión te pertenece.” En clave cristiana, este mensaje es luminoso: la esperanza es un don de Dios, pero también una decisión personal. Nadie puede arrebatárnosla si en lo profundo del corazón nos abrimos a Cristo. Como dice San Pablo: “Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?” (Rm 8,24). El Jubileo de la Esperanza nos recuerda que, incluso en medio de la oscuridad del pecado, que nos impide ver más allá de lo aparente, siempre existe un camino hacia la vida, porque Cristo es nuestra esperanza (cf. 1 Tim 1,1)
La belleza que engaña
La película también aborda el tema de la apariencia. Los “idols» demoníacos son físicamente atractivos, y hasta las mismas cantantes reconocen su encanto. Pero saben que esa belleza superficial esconde una realidad perversa que conduce a la perdición, por ello al final de la película acaban con ellos.
Esto recuerda las palabras de San Pablo: “El mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor 11,14). No todo lo que deslumbra viene de Dios. La verdadera belleza es la que refleja la bondad y la verdad. Por eso Jesús advirtió: “Por sus frutos los conocerán” (Mt 7,16). Lo atractivo sin verdad se convierte en trampa; solo la autenticidad que brota del amor y la gracia permanece para la vida eterna.
Las Guerreras del K-Pop no es una película pensada como catequesis, pero ofrece imágenes que nos ayudan a reflexionar.
Después de todo lo que vimos: la lucha contra el mal, la esperanza que depende de nosotros, la redención y el discernimiento frente a lo que deslumbra, queda la pregunta final: ¿y tú, te animas a ser un guerrero como las chicas del K-Pop?
No con armas ni música fantástica, sino con fe, decisiones valientes que nos alejen de los pecados de cada día y la entrega amorosa que defiendan tu alma y la de quienes te rodean. La verdadera batalla se da cada día, y la victoria depende de seguir a Cristo sin reservas y con el corazón abierto.