Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

¿Hemos pensado cuál sería la primera palabra que dijeran los objetos que nos rodean si, de pronto, pudieran hablar? ¿Qué diría la taza de café del desayuno, el paraguas, el reloj, el teléfono, la dentadura postiza, la rosa del jardín, el canario con su verde inicial de lechuga? Seamos corteses, damos la palabra a las cosas.

Cortinas: somos las minifaldas de las ventanas.

Piñata: los golpes que da la vida.

Discurso político: soy hombre de una palabra. Me encanta la repetición.

Marcapaso: yo también tengo mi corazoncito.

Piano: me abren la boca y enseño los dientes.

Bolígrafo: escribo con mi propia sangre.

Cerro: soy un viejo verde.

La letra H: soy muda y aquí me tienen hablando.

Clavo: otro golpe y me hundo.

Timbre postal: siempre me sacan la lengua.

Cinturón: el que lleva los pantalones soy yo.

La esposa de un arqueólogo: “Entre más vieja, más me quiere mi marido” (frase de Agatha Christie).

Silla vacía: me han dejado sin asentamientos humanos.

Silla ocupada: uf, cómo es cargada la gente.

Alambres de luz: cruzados, pero estamos al corriente.

Campana: muévete, que te suenan.

Aspiradora: ando resfriada, como que quiero estornudar.

Espejo: qué me ves.

Cigüeña: queridos niños, yo no fui.

Botón: otra vez esta sádica aguja.

Pizarrón: borrón y cuenta nueva.

Piano: todas mis notas son buenas.

Alfombra: mi vida ha sido pisoteada.

Río: ¡Aguas!, aquí voy.

Zapatos: no encuentro pie de mi número.

Taza de café: ya suéltame la oreja.

Arpa: tengo cosquillas por donde me toquen.

Cuerda: cuando veo a un ahorcado, se me hace un nudo en la garganta.

Teléfono: ¿qué hay de bueno?

Lentes de contacto: ¿conque ojo por ojo?

Un durmiente al tren: aquí descanso.

Nieve de fresa y de limón: se han enfriado nuestras relaciones.

Alma: adiós, muerto, ahí te quedas.

 Artículo publicado en El Sol de San Luis el 21 de enero de 1989.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de julio de 2025 No. 1568

 


 

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