Por P. Fernando Pascual
Si uno se siente sano pero está enfermo, ¿está sano o enfermo?
La pregunta parece extraña, pero con frecuencia se defiende que cada uno “sería” aquello que siente o percibe de sí mismo.
La realidad, sin embargo, resulta sumamente “impositiva”. Por más que uno se sienta o autoperciba como alto, si no lo es, no lo es.
Lo mismo vale si alguien pretende ir al trabajo con fiebre alta y síntomas de una enfermedad contagiosa. Por más que defienda que está sano, si está enfermo y puede poner en peligro a sus colegas, no debería entrar al lugar de trabajo.
A pesar de que lo anterior parece una obviedad, sorprende encontrarse con personas que afirman sobre sí mismas lo que no corresponde a los hechos, porque se basan en sus sentimientos y autodefiniciones.
Algo no funciona bien en el mundo cuando se intenta cerrar los ojos a lo verdadero para dar un peso erróneo a lo que uno pueda decir de sí mismo.
El culpable es culpable aunque mil veces diga que es inocente. Y el inocente es inocente aunque, por presiones de sus abogados o por otros motivos misteriosos, se declare culpable.
Hay frases famosas de Chesterton sobre este tema. Quizá no todas sean suyas (también aquí la realidad se impone sobre lo que muchos repitan erróneamente), pero indican que ese escritor inglés intuyó con una fuerza sorprendente la importancia de volver a ver las cosas como son, hasta defender que una hoja verde es verde, aunque algunos sientan y digan lo contrario…
Imagen de Musthaq Nazeer en Pixabay