Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 24 de agosto de 2025

Domingo XXI del tiempo ordinario – ciclo C

Todos cargamos una gran cantidad de defectos y la verdad es que nos duele cuando alguien se atreve a corregirnos. Meditemos en Jesucristo que es el modelo de toda perfección y aprenderemos a corregir y a ser corregidos.

Isaías

Se trata de un breve párrafo que debemos meditar con profundidad porque sin duda que puede referirse a la Jerusalén del cielo, lo mismo que a la Jerusalén capital de Israel, y en tantos otros sentidos y aplicaciones que nos ayudarán a entender mejor estas palabras del gran profeta:

«Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria. Les daré una señal…».

El profeta termina diciendo que Jerusalén recibirá a toda clase de personas «y de entre ellos escogeré sacerdotes y levitas».

Salmo 116

Con una antífona muy importante que dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio», nos invita a glorificar a Dios con estas palabras: «Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros. Su fidelidad dura por siempre».

San Pablo

Nos enseña el Apóstol que la corrección sincera es siempre fruto del amor:

«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos».

Nos invita Pablo a tener la humildad de recibir la corrección como hijos que se alegran cuando el Padre los corrige: «Después de pasar por la corrección nos da como fruto una vida honrada y en paz».

Verso aleluyático

Es muy importante esta frase de Jesús que destruye todo relativismo:

«Yo soy el camino y la verdad y la vida».

Con Jesús debemos sentir el cariño del Padre Dios que nos ama:

«Nadie va al Padre sino por mí».

Evangelio

Un buen día un señor, cuyo nombre no conocemos, preguntó a Jesús, y su pregunta era bastante negativa: «¿Señor, serán pocos los que se salven?».

La respuesta de Jesús para aquel señor y para todos nosotros es muy inteligente:

«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, señor, ábrenos”». Y desde dentro se oirá la voz del señor diciendo: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados».

No se trata de los motivos o excusas que creamos tener nosotros sino de la realidad que Dios conoce perfectamente.

Por eso, si queremos entrar en la casa de Dios no va a ser por nuestras opiniones sino por lo que Dios conoce en su infinita sabiduría y misericordia de cada uno de nosotros.

Durante nuestra vida aprovechemos las correcciones que nos vienen directamente de Dios y las que puedan hacernos los hombres y corrijamos, cuando sea preciso, con sinceridad y caridad verdadera.

 
Imagen de Evgeni Tcherkasski en Pixabay


 

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