Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

La Teología natural, -Teodicea, o la justificación racional de la existencia y los atributos de Dios, constituye un acercamiento filosófico al misterio de Dios, cuya existencia no es evidente ‘quoad nos’, – en cuanto a nosotros, como lo afirma Santo Tomás en la primera parte de su Suma Teológica. Se puede llegar sensata y racionalmente con certeza a esta existencia por las cinco vías ontológicas. Del mismo modo podemos conocer sus atributos por la vía de la afirmación, negación y elevar a la eminencia, una cualidad de alguna realidad contingente, siguiendo el método del Pseudo Dionisio, que Hegel lo aplica a la idea, Marx a la historia, método que se llama ‘dialéctico’; así por ejemplo afirmar ‘la flor es bella’, negamos la limitación y la elevamos a la eminencia diciendo Dios es bello, o si nos atenemos a su esencia que es existir por sí mismo, el carácter determinante podemos afirmar que Dios es la misma belleza.

Esta ‘ala del espíritu’, es racionalmente bello y verdadero que nos acerca al misterio de Dios; pero lo importante es también conocer la misma autorrevelación de Dios quien dialoga con nosotros a través de su Palabra, el Verbo de Dios. Profundizar en esta autorrevelación de Dios, supuesta la fundamentación también racional por el signo histórico o profecía, por el signo cósmico o milagro, y por el signo testimonial o el amor, perfectamente estructurados nos permiten la fundamentación de la Teología para profundizar y conocer lo que Dios ha dicho de sí mismo. Esta es la otra ‘ala del espíritu’, la fe, como nos enseñó san Juan Pablo II.

Pero aún así, hemos de conocer al Padre del Amor Misericordioso, a través del testimonio de palabra y de vida de Jesús nuestro Señor. Tenemos este texto del Evangelio de san Lucas ( 15, 1-32) que nos revela ese Corazón misericordioso de Dios Padre, sensible y visible en el sacrosanto Corazón de Jesús. Palabras verdaderamente conmovedoras, de las más bellas de la Sagrada Escritura.

Son las tres parábolas que nos hablan de la misericordia divina: la oveja perdida, la moneda encontrada y la mal llamada del ‘hijo pródigo’, que más bien deberíamos de llamar del Padre con entrañas de amor misericordioso.

San Juan Pablo II, tomó esta pastoral de la misericordia, como sello personal de su pontificado. Ahí tenemos su encíclica bellísima, verdadera y conmovedora de ‘Dives in Misericordia’,-Dios Rico en Misericordia (30 nov 1980), en la cual el Papa nos desentraña la misericordia y el perdón de Dios, a través de la explicación de esta parábola del Padre misericordioso. En ella nos afirma que Dios Padre tiene ‘rahamím’ o entrañas de madre.

San Agustín en su obra de las Confesiones (IV, 11) nos dice: ‘El Verbo mismo clama que vuelvas, porque solo hallarás lugar de descanso imperturbable donde el amor no es abandonado’.

Como signos de la lejanía de Dios, aparecen el vacío interior y el anhelo de un amor auténtico, sincero y desinteresado. Es el drama que vive el hijo de la parábola, que desprecia a su padre y hace de su vida libertina un caos y un desorden hasta llegar a lo más bajo.

Dios Padre y el Corazón de Jesús misericordiosos, nos esperan, provocan nuestro retorno, para ese encuentro maravilloso del amor misericordioso de Dios con nuestra miseria; encuentro de abrazos, encuentro de ternura, donde incluso se acalla nuestra vergüenza con su amor.

Podemos también ser los correctos, que cumplimos los mandamientos puntualmente, pero ayunos de ese amor misericordioso, egoísta, solo centrados en nosotros mismos y olvidados de hacer sensible y visible al amor a las personas, los humanos.

Ante tanto lenguaje violento y descalificador de los correctos, cuya ética paupérrima y limitada como su ideología, es necesario convertirnos a la palabra amable y respetuosa, convertirnos al amor compasivo y misericordioso de Dios; a recrear en nuestro corazón los sentimientos del Corazón de Cristo.

Así seremos solidarios, sin rabia, con una alegría que brota del amor espontáneo, enraizado en el Dios del Amor misericordioso, en Cristo mismo, Camino, Verdad, Vida y Luz de una existencia plena y gozosa.

 
Imagen de beasternchen en Pixabay


 

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