Por Rebeca Reynaud

El Padre Pío de Pietrelchina aconseja desde el Cielo: “Siempre humillarte amorosamente ante Dios y ante los hombres, porque Dios habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón, y enriquece y enriquece con sus dones”. En otro momento nos recuerda que “todo nos es dado en préstamo”.

El hombre de hoy es más arrogante que los hombres de otros tiempos, y desconocen que la gente es más feliz cuando es humilde. La idea de que el hombre piense que es dios, que no necesita de nadie, ni de la Iglesia ni de Dios, es el problema de nuestro tiempo.

San Juan Crisóstomo entendió perfectamente que la gran tentación de la oveja frente al ataque del lobo es querer convertirse en lobo para defenderse: Mientras sigamos siendo ovejas venceremos. Aunque estemos rodeados de mil lobos, venceremos. Pero en cuanto somos lobos nos derrotan, pues entonces perderemos el apoyo del Pastor, que no alimenta a los lobos sino sólo a las ovejas.

El Señor le dijo a una mística italiana: El Señor me dijo que, la primera cosa necesaria para purificar el interior de mi corazón, era el aniquilamiento de mi misma, esto es, la humildad. Quiere hacernos comprender que por nosotros, nada podemos. Me recomendó el propio conocimiento para no atribuirme lo que hago, sino que vea es fruto de su gracia.

La falta de estima por las demás personas es falta de verdadera humildad, porque un espíritu humilde y dulce sabe respetar a todos e interpreta siempre bien los actos de los demás.

Nelson Medina dice que el demonio usa sobre todo cinco verbos o acciones: deforma (todos los árboles del paraíso), seduce (presenta bienes parciales), disfraza (hace que la gente use máscaras. El problema de los noviazgos actuales son los disfraces; el problema de los trans es este mismo: que parezcan una cosa, aunque no lo sean; escapismo, llenarse de ruidos o de actividad. Además, separa, divide. Hace que rija el individualismo.

Hay que conocer al enemigo: la soberbia, el amor propio, la vanagloria; un conocimiento difícil porque el adversario se enmascara de mil maneras. “Los otros vicios, se manifiestan uniformes y simples, dice Casiano. La vanagloria es distinta, compleja y varia. Arremete por todos los flancos y su vencedor la encuentra en todo cuanto le circunda. El porte y la actitud, el modo de andar, la voz, el trabajo, las vigilias, los ayunos, la plegaria, la soledad, la lectura, la ciencia, el silencio, la obediencia, la humildad, la longanimidad, son para este vicio otras tantas armas de que se sirve el enemigo para herir al soldado de Cristo (Institutiones, 11,3).

¿Cuál es el pecado favorito de Satanás? El orgullo, dice un exorcista de Barcelona. Lucifer era un ángel, el más bello de los ángeles. Espíritu perfecto inferior sólo a Dios; y, sin embargo, en su ser luminoso nació un vapor de soberbia que él no dispersó, antes bien lo fomentó. Y de allí nació el mal, antes de que el hombre existiera. Él es el incubador del mal, y no pudiendo ensuciar el paraíso, ha ensuciado la tierra.

A pesar de la diferencia entre nuestra naturaleza y la de los ángeles, el problema es, a fin de cuentas, el mismo para todos: el combate entre el orgullo y la humildad. Evidentemente, la vida nos lleva a afrontar otras muchas dificultades; pero desde el punto de vista de la salvación y de la santidad, no hay rigurosamente otras, pues Dios se encarga de ello y hace cambiar lo que sucede en bien de los humildes. Nada nos puede separar del amor de Dios, si no es el orgullo.

El orgullo es un problema universal que no se resuelve mientras cada uno de nosotros no reconozca que está personalmente implicado en el asunto. “Si alguien quiere adquirir la humildad –afirma C.S. Lewis-, creo que puedo decirle cuál es el primer paso. El primer paso es darse cuenta de que uno es orgulloso. Y este paso no es pequeño… Si piensas que no eres vanidoso, es que eres vanidoso de verdad” (Cfr. Mero Cristianismo, p. 141).

Las palabras de San Agustín deberían hacernos temblar: “Los otros vicios nos hacen cometer obras malas; pero el orgullo ataca incluso a las obras buenas para hacerlas perecer”.

 
Imagen de ivabalk en Pixabay


 

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