Por Rebeca Reynaud

San Francisco de Asís nació en 1182. Su madre se llamaba Pica y su Padre, Bernardone. Su padre tenía un buen almacén, era rico. A los 20 años hay una pelea entre Perugia y Asís, Francisco cae prisionero y permanece un año en la cárcel. Al salir de la prisión se incorporó de nuevo al ejército y se compró la mejor armadura y el mejor caballo que encontró. Luego se topó con un caballero que no tenía armadura, se conmovió y le dio la suya y el caballo. Por la noche soñó que le daban una armadura mejor para las batallas de la vida. Francisco no llegó al campo de batalla porque enfermó. En la cama tuvo una moción interior que le decía: “¿Por qué dedicarse a los jornaleros cuando te puedes dedicar al Jefe Supremo?”. Empezó a reflexionar sobre lo que iba a hacer en la vida. Días después vio a un leproso, le dio asco. Venció el asco, le dio un abrazo y le besó las llagas, y desde entonces tuvo fuerzas para vencer sus instintos.

Un día, rezaba en la iglesia de San Damián y le pareció que Jesús le decía: “Francisco, repara mi iglesia”. Él lo entendió con visión local, Dios le pedía reparar la iglesia universal. Vendió telas de su padre para obtener dinero. Luego su padre se enfurece por ello y lo lleva al tribunal. Allí se desnuda de todo lo que tenía puesto y se lo da a su padre. El Obispo le regaló una túnica de uno de los trabajadores del campo y él lo toma para vestir siempre así. Empezó a pedir limosna para reparar la iglesia de San Damián. Luego comenzó a reunirse con amigos en una pequeña capilla llamada la Porciúncula; quedaba a 4 Km de Asís, era de padres benedictinos.

En la misa del apóstol San Matías Dios le hizo ver lo que quería de él. Se propuso dedicarse al apostolado en medio de la pobreza más estricta. El primero que se le unió en el apostolado fue Bernardo de Quintavalle, otro riquillo del pueblo. Lo observaba de día y de noche. Vio que de noche se levantaba del lecho para rezar y decía: “Mi Dios y mi todo”. Dejó todos sus bienes y lo siguió; luego varios más le pidieron vivir como él. No querían aprobar esa Orden porque les parecía demasiado rigurosa en cuanto a la pobreza. Inocencio III vio en sueños que la Iglesia estaba a punto de derrumbar pero que dos personas lo detenían cargándola con sus hombros: San Francisco y Santo Domingo. Desde entonces facilitó todo para la aprobación de esas Órdenes. Para 1219 ya eran cinco mil los franciscanos.

San Francisco fue a visitar Tierra Santa. En recuerdo de esa visita, algunos franciscanos se encargan de custodiar parte de los Santos Lugares desde hace siglos. El poverello era amante de los animales y de la naturaleza. Popularizó la costumbre de hacer pesebres en Navidad. Muere a los 44 años. El Papa lo canonizó dos años después de su muerte.

Un comentarista de TV observó: Tenemos más ropa que nunca y nos vestimos con cuatro cosas. Tenemos más comida que nunca y estamos de dieta. Ganamos en tecnología, pero perdemos el disfrute.

 
Imagen de Paskvi en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: