Por P. Fernando Pascual

Es clásica la contraposición entre cuervos y palomas; una contraposición que también puede aplicarse a la Iglesia, como hizo san Agustín en uno de sus discursos (o tratados) al comentar el Evangelio según san Juan.

De un modo ágil, la primera distinción es radical. Pregunta Agustín: “¿Quiénes son cuervos? Quienes buscan lo suyo. ¿Quiénes palomas? Quienes buscan lo que es de Cristo”.

El santo obispo de Hipona, en este discurso, compara a la paloma con la que apareció cuando Juan el Bautista bautizó a Cristo, como símbolo del Espíritu Santo.

También reconoce que la paloma y el cuervo ofrecen un beso, pero se trata de besos muy diferentes. “¿Cómo, pues, se distinguen de los besos de las palomas los besos de los cuervos? Besan los cuervos, pero desgarran; la naturaleza de las palomas es inocente de desgarro; donde, pues, hay desgarro, no hay en los besos paz verdadera; paz verdadera tienen los que no han desgarrado a la Iglesia”.

Hay una diferencia más profunda, que Agustín encuentra en los dos modos diferentes de comer. Así sigue el discurso que estamos citando: “Ciertamente, los cuervos se alimentan de la muerte; la paloma no tiene esto: de los frutos de la tierra vive, inofensivo es su alimento, y esto, hermanos, es verdaderamente de admirar en la paloma”.

La comparación agustiniana entre cuervos y palomas está encuadrada en la polémica con los donatistas, que buscaban dividir a la comunidad católica con sus erróneas doctrinas sobre el bautismo.

En cierto sentido, la comparación vale hoy para distinguir entre quienes desgarran a la Iglesia, con besos llenos de doctrinas falsas, y los que viven unidos a ella, con besos que respetan la vida de Cristo en su Cuerpo Místico y la fidelidad a las enseñanzas del Maestro.

Como católicos, ¿queremos ser cuervos o palomas? Si nos abrimos a Dios, si nos dejamos guiar por el Papa y los obispos cuando nos enseñan la fe, viviremos como palomas y ayudaremos a nuestros hermanos a recibir lo que Cristo nos ofrece: su amor y su gracia.

(Los textos aquí reproducidos pertenecen al Tratado 6 de los Tratados de san Agustín sobre el Evangelio de San Juan, comentando Jn 1,32-33).

 
Imagen de Luis W. en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: