Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro

  1. El Credo de nuestra fe católica nos enseña que el Señor Jesús “vendrá de nuevo lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos”. Estamos esperando a Jesús glorioso para rendir cuenta de nuestra vida en su presencia y ante Dios. Compareceremos ante Jesús, verdadero y justo juez de la humanidad. Es el Juicio universal.
  2. En la antigüedad, los templos cristianos tenían al frente la imagen de Cristo glorioso y, a la salida, la escena del Juicio final. Así, la vida cristiana ordinaria transcurría ante la presencia de Dios. La Iglesia no mira sólo al pasado, ni únicamente al presente, sino que nos proyecta al futuro, hacia nuestro destino final.
  3. Mirar hacia el futuro es tener Esperanza. El que espera la vida futura se preocupa por conseguirla; busca vivir conforme al camino trazado por Dios, sus mandamientos y su evangelio.
  4. Sólo Dios puede hacer justicia. La Justicia de Dios es para todos por igual, según las obras de cada uno. Del buen o mal uso que hagamos de los bienes temporales, depende la salvación eterna.
  5. Sin Dios no puede haber justicia plena, pues la humana es limitada, parcial. En efecto, ¿quién puede hacer justicia a los millones de muertos en los genocidios, en las matanzas colectivas, en las guerras, en los crímenes cotidianos que padecemos? Este mundo es frágil, imperfecto, injusto, pero es Dios quien lo gobierna.
  6. Esto escandaliza a muchos y, por eso, reniegan de Dios. Se dicen ateos, agnósticos, indiferentes. Les parece que Dios es innecesario y, sin más, lo eliminan. Es entonces cuando piensan que es a ellos a quienes toca poner remedio a los males del mundo. Se convierten así en hacedores de justicia. Claro, a su manera.
  7. Y para eso necesitan el poder. Y no cualquier poder, sino semejante al de Dios. El poder absoluto, y terminan creyéndose dioses. De la soberbia humana se originan los regímenes absolutos, dictatoriales. Y como no les bastan unos cuantos años para arreglar el mundo, se perpetúan en el poder.
  8. Y sucede otra cosa peor: Que, al no poder impartir la justicia para todos, porque siempre existen los rebeldes, se vuelven intransigentes y “moralistas”, e inventan leyes y sanciones para todo. Así hacen la vida imposible a los ciudadanos, pues lesionan la libertad humana, don que hasta Dios respeta. Son regímenes esclavizantes como lo fueron los faraones, sin corazón.
  9. Son, pues, gobiernos que violan los derechos humanos, sobre todo los que les estorban. Y los de Dios en primer lugar, pues sólo ellos creen tener la verdad. La suya. Así comienzan las discriminaciones, se buscan enemigos y se inician las persecuciones, las religiosas en primer lugar. Por eso vino Jesucristo, para restituirnos la libertad y la “infinita dignidad” de ser hijos y familia de Dios.
  10. El papa Benedicto XVI resume así esta enseñanza: “La fe en el Juicio final es ante todo asunto de Esperanza… Estoy convencido de que la cuestión de la Justicia es el argumento esencial, o en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la vida eterna…, de la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva” (Spe Salvi).

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de octubre de 2025 No. 1578

 


 

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