Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Vivimos en situaciones de crisis; grandes problemas que nos acechan y fácilmente obnubilan nuestra visión sensata de la realidad. Existe un debilitamiento grave de los derechos fundamentales de toda persona humana. Casos de corrupción que afecta gravemente la vida de la nación bajo diversos capítulos, como el económico y el cinismo de ocultar la verdad con estilos mentirosos y de gran sofística. El atraso criminal en las energías renovables, por una dependencia de los combustibles fósiles. Una arquitectura legal que privilegia el autoritarismo y proclama soterradamente la defunción de la democracia. Construcciones faraónicas de capricho a todas luces ineficaces y costosas. Un lugar de verdadero atraso en el concierto mundial del progreso. El futuro hipotecado por una ideología monocolor que se olvida que la verdad es sinfónica, como lo sentenció el gran teólogo suizo, von Balthasar.
Ante este panorama denso en oscuridad, se impone el acudir a la luz de la fe y con gran humildad decirle al Señor ‘auméntanos la fe’ (Lc 17, 5-10).
Es una petición humilde y confiada que nos permite abrir el corazón a su palabra para acoger el don de su presencia.
Fe que es un don sobrenatural que nos permite desplegar la esperanza y abrirnos al amor a toda prueba. La fe, adhesión plena a la persona y a la Palabra de Jesús, nos permitirá realizar obras extraordinarias, incluso humanamente imposibles.
El injusto, tiene el alma hinchada y prepotente, pero ‘el justo vivirá por su fe’ (Hab 2,4).
La fe nos lleva a ser siervos humildes, con una disponibilidad completa; hacer en todo momento la voluntad del Señor.
Jesús nos anima y nos da fuerza y serenidad en las dificultades de la vida. ‘Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de amor y de templanza’ (2Tim 1, 7).
Con Rahner aceptamos en nuestro mundo eclipsado por la indiferencia, el olvido y el agnosticismo de Dios, la fe como la gran osadía de la persona humana. Fe que es una verdadera audacia de confiar en el misterio de Dios.
Fe que se aumenta por la oración sincera, humilde y confiada. Fe que está más allá de nuestras dudas y elucubraciones, apoyada solo en Dios y en la comunión con Jesús y la Iglesia.
Creer en el Señor y en su Palabra, no nos exime de pasar por noches oscuras, del sentido y del espíritu, activas y pasivas, según la experiencia y la enseñanza de san Juan de la Cruz.
La fe es un don gratuito de Dios; acontece en nuestro corazón y en la transparencia de nuestra alma.