Por P. Fernando Pascual
Se acercaban las vacaciones. Había que preparar el viaje, la ropa, los utensilios, y todo aquello que podía entrar en el coche o en las maletas (si tocaba viajar en medios públicos).
Quedaban puntos pendientes, zonas grises en los planes de la familia. ¿Quién se iba a encargar de las compras? ¿Qué hacer con la ropa sin lavar en casa? ¿Sería mejor comprar ahora los mapas o en el lugar de destino?
Esas zonas grises necesitan ser atendidas. El problema surge cuando nadie se quiere hacer cargo, y todos disimulan o miran a los demás para ver quién asume esta o aquella tarea.
En la vida de las familias y de los grupos aparecen continuamente esas zonas grises, esas tareas que tarde o temprano hay que llevar a cabo, pero que nadie parece querer asumir.
Genera un gran alivio encontrar que hay personas disponibles, que ven los asuntos pendientes y que se ofrecen generosamente para llevarlos a cabo. Pero no es justo que siempre los mismos carguen con tareas extras.
Por eso resulta tan importante en familia, en la parroquia, en el puesto de trabajo, que todos adoptemos una actitud de disponibilidad, a veces costosa, pero que tanto ayuda para que las cargas y los trabajos queden distribuidos de modo equitativo y razonable.
El tiempo pasa y se acerca el día de salida para las vacaciones. Todavía hay zonas grises que nadie ha asumido para llevarlas a cabo. Quizá vale la pena sentarnos juntos un momento, ver lo que sigue ahí, como pendiente, y lograr una buena distribución de tareas para que en familia todos demos una mano y sintamos lo hermoso que es acometer juntos las diferentes necesidades de la casa.
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