EDITORIAL
¿Nos enfilamos hacia una dictadura estilo Venezuela o vamos hacia una forma de gobierno “popular”? México está profundamente dividido. Las redes sociales lo que hacen es profundizar esa división. En ambientes tan cargados de odio, cualquier chispa puede provocar un desastre.
Pero muy pocos hablan de un hecho fundamental: que la democracia no depende tanto de los gobiernos en turno (aunque influyan), sino de ciudadanos informados. Es difícil que un ciudadano informado se trague sin rechistar la bazofia de las ideologías; crea lo increíble, ceda su dignidad por un plato de lentejas.
En el nicho que ocupa El Observador es lo que hemos tratado de hacer con nuestros lectores: informar y formar un criterio sólido ante los acontecimientos de México y del mundo. Un criterio que tiene como base y fundamento el pensamiento social de la Iglesia.
Meternos duro con la política, pero, también, con nuestra responsabilidad para que al país le vaya bien; con la economía, pero privilegiando el servicio a los demás; con la educación, pero haciendo énfasis en que los padres somos los primeros y más importantes educadores, etcétera.
Denuncia y coherencia.
Ante la insistencia de algunos eclesiásticos que prefieren –así nos lo dicen—la hoja parroquial a que El Observador circule en su ámbito de influencia, sin ánimo de ser grosero, mucho menos de quitarle méritos a la hoja parroquial, les digo: ¡formen a sus fieles! Este periódico es una herramienta, no la única, cierto, pero la más cercana que tienen a la mano. No es broma: estamos perdiendo libertades que no vamos a poder recobrar en décadas. Y es nuestra obligación detener esa caída al abismo.
Por cierto: una Coca de 600 mililitros cuesta 5 pesos más que este periódico semanal. Y en México se consume medio litro de este refresco al día.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de noviembre de 2025 No. 1584






