Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Es la Basílica de San Juan de Letrán, -de san Juan Bautista y san Juan Evangelista, dedicada al Salvador, es propiamente la Catedral del Papa.
Al comienzo del siglo IV con el ‘edicto de Milán’ (313), según el cual cesan las persecuciones, Constantino donó al Papa un palacio llamado de Letran, para que fuera la sede de la Iglesia Católica, del Obispo de Roma.
El Papa Silvestre la dedicó el 9 de noviembre del 324. La fiesta de su dedicación solo se celebraba en Roma, pero pasó a ser fiesta universal en la liturgia latina, en honor de esta Iglesia Madre y Cabeza de todas las Iglesias de Roma y del mundo, -Urbis et orbis, como expresión y signo de comunión con el Papa, Cátedra de san Pedro.
Esto nos permitirá reflexionar sobre el misterio y el signo del templo.
El templo de Jerusalén no es propiamente continuación del templo cristiano; será sustituido por un templo diferente, no hecho por manos humanas (cf Mc 14, 58); se piensa en el Cuerpo de Cristo y en el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. Cristo inaugura el culto ‘en espíritu y en verdad’. Los primeros cristianos hacen sus orciones y lecturas en la sinagoga; la litugia de la Eucaristía se celebraba en la mesa familliar de las casas (cf Rom 16, 5; 1Cor 16, 19; Hech 20, 8).
En Roma ‘la fracción del pan’, -nombre de la Eucaristía, se celebraba en las residencias de los patricios romanos. Solo después la ‘domus ecclesiae,-la casa de la Iglesia, fue sustituida por basilicas y construcciones destinadas al culto.
En lugar de propiamente ‘templo’ era la ‘ecclesía’, es decir ‘asamblea’. Por eso los miembros de la ecclesía-Iglesia constituyen el templo de Dios y que Espíritu de Dios habita en ellos (cr 1 Cor 3, 16-17). Para san Agustín en el Sermón 336, nos señala que la comuniad de los creyentes es la verdadera Casa de Dios.
Con F. Louvel, diriamos, que el edificio es de derecho eclesiástico porque hay una comunidad que tiene necesidades,-derecho divino, de un lugar para reunirse en ecclesía y celebrar ‘el memorial de Jesús’…’’hagan esto en memoría mía’.
El prefacio de la misa de este día 9 de noviembre, nos señala la profundidad del misterio y el signo de la Iglesia: ‘…Porque en toda casa consagrada a la oración, te has dignado quedarte con nosotros para hacernos, tú mismo, templos del Espíritu Santo, que brillen, sostenidos por tu gracia , con el esprendor de una vida santa. Y, porque con tu acción constante, santificas a la iglesia, esposa de Cristo, simbolizada en esos edificios materiales, a fin de que, llena de gozo por la multidud de sus hijos sea presentada a ti en la gloria del cielo…’
Nos conviene profundizar el misterio del templo en su dimensión escatologica y mistíca, de la gracia de la inhabitació en nosotros como templo de Dios Uno y Trino.
Apocalipsis 21, 22: “no vi ningún templo en la ciudad, pues el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su templo”. Esta es la última palabra de la revelación sobre el misterio del Templo que es el misterio de Dios.
Cristo es el Cordero inmolado y victorioso de cuyo costado mana el agua de la vida, es decir, el Espíritu, don propio de la nueva y eterna alianza.
La Iglesia vive una pascua de continuidad mediante la pascua del Cordero degollado y vencedor. En suma, nosotros habitamos en Dios y Él es nuestra morada.
Existe una reciprocidad de mutua inhabitación. Esto ocurre a imitación del Padre y del Hijo. Son el uno para el otro: el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre (Jn 10,38); ahí donde está el Hijo quiere que estén con El aquellos que el Padre le ha dado (Jn 17,24).
Que Dios sea nuestro templo quiere decir una inhabitación mutua, lo que es verdadero en la eternidad de las relaciones del Padre y del Hijo “todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío”(Jn 17,10). En adelante, con las debidas proporciones de participación, se habrá de realizar esta comunión-Templo-divinidad con el Padre y los hijos adquiridos por la Sangre del Cordero y desde la comunión con Él, pues nadie va al Padre si no es por Él.
Todas las mediaciones están ordenadas a esta comunión perfecta, íntima y estable: “Cuando llegue aquel día reconocerán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”… “El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él” (Jn 14,20.23).
En rigor teológico no es necesario morir para vivir la presencia de inhabitación trinitaria. La espiritualidad para ser verdaderamente cristiana debe tener por centro el misterio trinitario, en nivel ontológico, en nivel de contemplación, en nivel de celebración, en nivel de vivencia plena, ahora en el tiempo y después en la eternidad. El cielo se adelanta, pues Dios Trino es ese Cielo.
La inhabitación ha de entenderse como presencia real, física, de las tres Personas divinas en las almas de los que están en gracia. Las Personas divinas, las tres, habitan en el hombre como en un templo, y no sólo el Espíritu Santo.
Citamos al teólogo, poeta, místico y doctor de la Iglesia San Juan de la Cruz al respecto. No existe pluma más autorizada para estos campos. Su texto es atrevido y puede ser ocasión para que se vea el alcance del Templo Vivo, signo, misterio y misión de comunión: El misterio de la Santísima Trinidad tal cual es, generación del Hijo, espiración del Espíritu Santo, se da en el alma que recibe “la comunicación del Espíritu Santo, para que ella espire en Dios la misma espiración de amor que el Padre espira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo… Porque eso es estar –el alma- transformada en las tres Personas en potencia –Padre-y Sabiduría-Hijo- Amor-Espíritu Santo, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la creó a su imagen y semejanza” (Cántico Espiritual 39,3-9). Por supuesto en Dios todo es según su naturaleza divina, en nosotros es por unidad y transformación de amor en Cristo por participación.
Quizá recordar el concepto de persona divina según Santo Tomás nos permite entender mejor esto: relación subsistente y eterna. Relación como referencia subsistente al Tú de otra persona divina. Nosotros seríamos relatio ut subsistens pero creados. De aquí esa posibilidad en cuanto potencialidad de relación a nivel de naturaleza pura; solo que es necesaria la gracia para que sea existente a nivel del ser de Dios uno y trino. Como personas elevadas sobrenaturalmente y por participación existe ese abrazo abismal y esa relación real y misteriosa con Dios Trino en este nivel de las procesiones trinitarias tal y como lo enseña San Juan de la Cruz.






