Por Martha Morales

En la televisión pasaron una entrevista de una mujer campesina, sencilla, de Ruanda, África. En la contienda entre los hutus y los tutsis un hombre asesinó a sus cinco hijos.  Ese hombre era pariente suyo y estaba presente en la entrevista, al otro lado de la mesa.

Éste es el hombre a quien ella ha perdonado y que va todos los viernes a tomar té a su casa. La entrevistadora le pregunta que cómo ha sido posible que ella haya perdonado a ese sujeto. La mujer contesta: “Mis hijos han muerto y no debo pensar más en ello. No perdonar a este hombre sería como perpetuar aquél crimen. El crimen cometido es de una barbarie insoportable, pero no es inhumano porque lo hizo un hombre que ahora siente una gran pena. Es un golpe que debo aceptar y sanar.” Como dice el dicho: Aprende a soltar y deja que Dios se encargue del asunto.

La palabra más usada en griego para el verbo perdonar se traduce como “soltar”, y sí, hay que soltar lo que nos impide perdonar. Hay que pedirle a Dios que nos conceda la paz con Él, que nos conceda el arrepentimiento propio.

Quizás quien nos hirió es, quizás, quien debía amarnos más. Dios puede transformar los momentos dolorosos, sólo Él puede curarnos, restaurarnos. Todo dolor puede traer frutos buenos, pero hay que estar atentos a cómo se desenvuelve la vida. El dolor nos hace más humanos y nos puede acercar a Dios si descubrimos que sólo Él tiene la clave de nuestra vida.

Perdonar es un arma poderosa y es una bendición, al perdonar nos liberamos de una carga, pero sólo se consigue con la fuerza de Jesús crucificado. Hay que renunciar al orgullo. Podemos ponernos en presencia de Dios, imaginarnos a Jesús que viene bondadoso a nuestro encuentro, y poner en sus manos a aquellos que me han lastimado.

En el Nombre de Jesús yo perdono a (nombre) por (especificar la situación). Padre, perdónalo porque no supo lo que hacía. Lo pongo en tus manos para ser totalmente libre. Renuncio a todo sentimiento de odio o venganza.

Jesús quiere liberarnos de ese peso, por tanto, podemos exponer nuestra herida ante el Santísimo sacramento, Jesús presente en la hostia santa.

Puedes decir: Nací para ser feliz, de mí depende. El pasado no importa, ahora comienzo. No hay precio más caro a pagar que perder la paz. Orar para que el Señor me revele el modo adecuado de perdonar y pedir perdón.

Invoquemos la presencia del Espíritu Santo: “¡Espíritu Santo ven en el nombre del Señor! Purifícame, santifícame, ayúdame a amarte más y a perdonar con autenticidad. Tú lo sabes todo, enséñame a amar. Jesús: Tú oraste por todos los que te hicieron el mal, te pedimos siembres el perdón en nuestro corazón”.

 
Imagen de Hasib Imtiaz en Pixabay


 

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