Por Rebeca Reynaud

Grandes son las obras de Dios, dignas de estudio para quienes las aman (Michael O’ Brien, Padre Elías, p. 417 en ed. Americana). Lo más importante es adorar a Dios y se le puede adorar de diversos modos, entre otros dándole las gracias o pensando: Gloria a Dios.

Partamos de una idea madre: Dios ama hablarnos y que le hablemos. Un director espiritual aconsejaba: lleva el Evangelio a tu oración y luego lleva a la dirección espiritual lo que el Señor te haya dicho en la oración. ¡Magnífico consejo! Aprender a escuchar a Dios es aprender a relacionarnos con Él: a recibir y a aplicar lo que nos dice. Así como las ovejas reconocen la voz del pastor, yo puedo reconocer la voz de mi Pastor.

A veces se nos vienen preguntas a la cabeza y pensamos: “Lo voy a consultar con Fulano”. ¡Antes consúltalo con Jesús! Consulta todo con Él, y verás que aciertas en muchas cosas. Escuchar su voz no es algo que se gana, sino un don que brota de nuestra identidad como hijos e hijas que pertenecen a Cristo.

Dios habla en muchos “lenguajes”: puede revelarse a través de lo que vemos, oímos, pensamos o sentimos. Dios nos habla a través de nosotros mismos, utilizando nuestra imaginación, pensamientos y emociones como instrumentos de Su revelación. Todo lo que nos dice requiere interpretación y aplicación, y siempre nos conduce de nuevo a la intimidad con Él. Podemos aprender a reconocer y responder a Su voz viva con fe, amor y obediencia. Deja que Dios te hable de lo que tiene en su Corazón. Pregúntale ¿qué quiere de mí? y escribe lo que te dice.

Le puedes decir en tu oración: Señor, Muéstrame una imagen (confía en lo primero que te venga), dame una palabra. Sólo el Señor puede darte la interpretación, por tanto, decir: “Dios ¿qué significa?”. Una conocida veía una bola de fuego, era el fuego del amor de Dios. El Señor le dijo: “Deja que te consuma”.

Dios nos habla de múltiples maneras, no siempre nos habla en español, a veces habla a través de una imagen, una homilía o un versículo del Evangelio.

El P. Javier Echevarría aconsejaba meter a Dios en la vida ordinaria. Entonces podemos decirle: “Jesús, te invito a esta fiesta, a este paseo, a acompañarme al centro de la ciudad”. O bien: “Te invito a desayunar por las veces que ayunaste”. Decirle: “Ayúdame a hacer esta pequeña mortificación en la comida. Sin ti no puedo”.

La imaginación no es mala, hay que encauzarla, podemos utilizarla para ver, pensar y sentir lo que pasa en una escena del Evangelio. Dios interactúa con nuestros sentidos espirituales. Si estamos ante un paisaje, Dios puede interactuar porque la naturaleza nos habla con su belleza de la perfección de Dios.

Dios no tiene interés en controlarte, él solo quiere hijos libres. “Tus debilidades no son tu responsabilidad, son la responsabilidad de Dios”. Si el enemigo te propone algo dile en voz alta: En el nombre de Jesús renuncio a esa palabra (2 Cor 10,5). Cuando algo tiene más peso que Jesús, eso es un ídolo entonces no podemos escuchar correctamente. Hay que examinar si hay un “tapón” que impide orar; a un adolescente le ayudaron a descubrir que su mal estaba en no renunciar a su Coca Cola diaria. Si entregas todo a Dios, podrás escuchar claramente su voz.

Dios nos habla a través de la realidad creada; a través de una puesta de sol o de un pájaro; Dios nos puede decir: “Hijo, hice todo esto para ti”. Entonces le damos gracias, que es lo mismo que adorarle.

San Juan, el apóstol amado, dice: Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5,4). La fe es batalla y es victoria. Si la fe milita, es seguro el triunfo. La fe es la victoria que vence porque aun antes de llegar al combate, ya va cantando el triunfo. Ahora bien, mi nivel de fe depende de escuchar su voz.

El Señor le dijo a una mujer que está en proceso de beatificación (Josefa Menéndez): El mundo está lleno de odio y vive en continuas luchas: un pueblo contra otro, unas naciones contra otras, y los individuos entre sí, porque el fundamento sólido de la fe ha desaparecido de la tierra casi por completo. Si la fe se reanima, el mundo recobrará la paz y reinará la caridad… Déjate convencer por la fe y serás grande, déjate dominar por la fe y serás libre. Vive según la fe y no morirás eternamente (18 junio 1923).

Jesús nos dijo que todo lo que pidamos en su Nombre nos será concedido. Es una verdad infalible. Yo estaba ante una persona iracunda, dije mentalmente, con fe: “Espíritu de violencia, en el nombre de Jesús, ¡vete!”, y así se cumplió.

Un escritor francés, George Bernanos, escribió: “La fe no es una certeza, sino una apuesta confiada”. Apuesta todo a una carta. Dile a la Virgen que te mire, bese tu frente y te bendiga.

Imagen de Iryna Bakurskaya en Pixabay


 

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