Por P. Fernando Pascual

El ser humano experimenta diversas tendencias: a comer, a dormir, a jugar, a trabajar, a conocer.

Desde las tendencias surgen las acciones. La tendencia a comer, por ejemplo, sostiene esa actividad tan sencilla y común de tomar alimentos para saciarnos.

Las acciones suelen están conectadas con las tendencias, pero no toda tendencia se concretiza en una acción.

Pensemos en la tendencia a responder fuertemente ante un insulto o desprecio. Unos optan por el “golpe por golpe, insulto por insulto”. Otros prefieren aguantar. Algunos llegan a un acto sorprendente: perdonar.

Notamos así que las tendencias no nos robotizan. Algunas de ellas tienen una fuerza enorme, pero en situaciones normales podemos orientarlas o dirigirlas desde nuestra razón y nuestra voluntad.

Incluso una tendencia tan básica como el hambre puede desembocar en un acto de comer compulsivamente, o puede ser moderada ante el deseo de compartir la propia comida con otras personas.

Podríamos preguntarnos si existe una tendencia al mal, sobre todo cuando constatamos acciones que llevan a la violencia, al insulto, a la calumnia, a injusticias de diverso tipo.

Por desgracia, como seres humanos no estamos inmunes a esos movimientos interiores negativos que pueden desembocar, si no tenemos un adecuado autocontrol, en acciones sumamente dañinas para otros o para nosotros mismos.

Al mismo tiempo, y de modo positivo, notamos que existe una tendencia hacia el bien, que nos lleva a la escucha, a la compasión, a la solidaridad, al gesto sencillo de compartir bienes y tiempo con quienes están a nuestro lado.

Nos gustaría erradicar tendencias malignas, pero a veces surgen de modo sorprendente o inesperado, como un enemigo interior que puede saltar en cualquier momento. Por ello necesitamos disciplina y fuerza de voluntad para evitar que nos dominen.

Nos gustaría, sobre todo, tener tendencias benignas, que nos lleven a amar, que nos impulsen al servicio, que nos orienten a la búsqueda de la verdad y de la justicia, en un mundo que anhela acciones buenas y gestos que construyen personalidades sanas, abiertas a Dios y a los hermanos.

 
Imagen de Jupi Lu en Pixabay


 

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