Por Arturo Zárate Ruiz
La visita de María a Juan Diego, en Tepeyac en 1531, no ha sido única, salvo en que su imagen se imprimió milagrosamente en la tilma del vidente. Ha habido muchas otras apariciones suyas. Algunas cuando no era todavía asunta al Cielo.
Ocurrió en España alrededor del año 40. Se le apareció al apóstol Santiago para fortalecerlo, especialmente porque regresaría él a Jerusalén donde sería martirizado. Se les recuerda a ambos en Zaragoza. Allí se ha construido el Santuario de la Virgen del Pilar, uno de los centros más importantes de devoción y de milagros en toda Europa.
Le sigue, tal vez, en antigüedad (año 358), la que gozó el Papa Liberio y una pareja patricia en Roma. María les instruyó construir una iglesia en el lugar que encontrarían cubierto de nieve en pleno verano. Esta indicación milagrosa llevó a la construcción de la Basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas papales. Allí es el centro de devoción a Santa María de las Nieves.
Quizás la devoción más extendida, asociada a María, es la del Rosario. Siguió a su aparición en 1208 a Santo Domingo de Guzmán, a quien le encomendó esta herramienta espiritual para combatir la herejía de los cátaros, quienes negaban que Jesús era tanto Dios como Hombre, además de ser ellos unos libertinos.
En el siglo XIX, tal vez para animar a los católicos franceses en tiempos de persecución por la Revolución y de negación de la fe por reducirlo todo a evidencia científica, María se apareció en varias ocasiones. Lo hizo en La Salette, a Maximin Giraud y Mélanie Calvat; en París, a Santa Catalina Labouré, a quien le encomendó la Medalla Milagrosa; en Pontmain, a Eugène Barbedette, Joseph Barbedette, Françoise Richer y Jeanne-Marie Lebossé; a Santa Bernardita, en Lourdes. Para quienes reclamaban ciencia, ahora tienen allí pruebas de al menos 72 curaciones inmediatas e inexplicables desde la perspectiva médica, para no reportar el testimonio de las 7000 que se han reportado.
En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, se les apareció a Lucía dos Santos, Santa Jacinta Marto y San Francisco Marto en Fátima, Portugal. Estos muchachos sufrieron por ello la persecución de un gobierno antirreligioso. Pero también recibieron el consuelo de la predicción de que su patria no se vería envuelta en ninguna de las contiendas muy sangrientas, en Europa, durante el siglo XX. Les anunció, sin embargo, la inminente caída de Rusia en manos de los comunistas.
Algunas apariciones recientes han sido las siguientes:
Está la de Nuestra Señora de la Luz, que ocurrió en El Cairo, Egipto, de 1968 a 1971, y es reconocida por la Iglesia Ortodoxa Copta. Otra es la de Nuestra Señora de Akita, en Japón, en 1973, la cual está aprobada por el obispo de allí.
Quizá la más famosa, reciente, es la de Nuestra Señora de Medjugorje, en Bosnia, en lo que fue la antigua Yugoeslavia en 1981. La Iglesia no desautoriza el creer en esta aparición, aunque sí los mensajes de la Virgen dizque recibidos por los videntes.
En fin, cabe mencionar algunas apariciones que han ocurrido en México, no tan famosas como la de Guadalupe. En Tlaxcala hay un Santuario para Guadalupe, no por su aparición en Tepeyac, sino por su aparición también en Tlaxcala. El templo más impresionante de Monterrey, Nuevo León, es el de Nuestra Señora del Roble, que sigue a otra aparición de la Virgen. En Tamaulipas, el mismo gobernador, poniendo a un lado su laicismo, acaba de develar una estatua enorme de la Virgen, en El Chorrito, todavía en ese estado, pero en los límites con Nuevo León. Allí es tradición recordar una aparición de la Virgen. En Jalisco hay varios santuarios Marianos. El de Talpa, más que asociarlo a una aparición de la Virgen misma, se manifestó en una imagen suya. En 1644, cuando el párroco quiso, de manera respetuosa hacer cenizas esa imagen, por empolillada, ocurrió un milagro. Esta imagen se volvió hermosa, digna de admiración. Sufrió una transubstanciación, ya que dejó de ser de pasta de caña para convertirse en una imagen de material sólido.
Que la fiesta de Guadalupe sea una oportunidad para aprender de la Virgen su humildad y su obediencia a Dios.





