Por P. Eduardo Hayen Cuarón

Desde 2016 inició el proyecto «El sentido del pan» para producir hostias para la celebración de la Santa Misa, con la peculiaridad que son confeccionadas por reclusos en cárceles de Milán condenados por robo o asesinato. El proyecto se encuentra en 20 países en donde muchas parroquias, congregaciones religiosas y monasterios reciben las hostias que producen los reos para ser consagradas en los altares. Los convictos, arrepentidos de sus pecados, ahora elaboran lo que se convertirá en el Cuerpo de Cristo.

Este proyecto nos recuerda las genealogías del Mesías que nos narran san Mateo y san Lucas, en las que observamos que Jesús se encarnó en la historia de la humanidad, salpicada de crímenes y asesinatos, para asumir el pecado y llevarlo consigo a la Cruz. Si Cristo no se avergonzó de las manchas de su árbol genealógico, tampoco se avergüenza de que haya asesinos perdonados que le preparen el pan para ser elevado por el sacerdote en el altar y convertirlo en su Cuerpo.

Hermosa esperanza deben tener esos presos que se parecen a la mujer pecadora que mojó los pies del Señor con sus lágrimas, los secó con sus cabellos, los besó y los ungió con perfume precioso, y que luego escuchó: «Tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado; vete en paz».

 


 

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