Mi querido hijo:

Desde antes de que nacieras te he amado, di mi vida por ti porque quiero que estés conmigo por toda la eternidad. Eres mío, eres precioso a mis ojos. Vas a sufrir y a pasar por pruebas, pero Yo siempre estaré contigo. No hay tormenta que yo no pueda calmar. Cuenta conmigo para todo porque sin mí no puedes hacer nada. He visto tus primeros pasos. Conozco tus luchas y tus caídas, conozco tu amor y tus olvidos y sé que encuentras tu gozo en mí y en las cosas buenas y nobles que te he dado.

Sé sencillo como niño. Los niños confían plenamente en sus padres. Confía en mí. Si alguien te ha ofendido, perdónalo de corazón, tienes mi gracia. Lucha por ser humilde ya que, lo que pierde a muchos es la soberbia, la vanagloria, sentirse superiores. Sé pequeño, escóndete en mis llagas. Pasa por alto las cosas moletas o inoportunas, por amor a mí, esto te valdrá como una joya para la otra vida. Pídeme más fe, con ella vencerás, pero empieza por vencerte a ti mismo.

Cuéntame cómo te ha ido; dime qué necesitas. ¿Qué te alegra?, ¿qué te entristece? Cuéntamelo todo. Quiero ser tu mejor amigo. Invítame a tu casa.

Esta Navidad te pido un regalo. Que me des tu intimidad, que acudas a un confesor y allí, en el sacramento de la penitencia, recibas la absolución con un corazón contrito; yo limpiaré tu alma para que prepares tu alma para recibirme. Sé bien que te cuesta decir: “Me equivoqué”, puedes hacerlo si cuentas conmigo. Cada vez que faltas a Misa te pierdes el beso que doy a los hijos míos asistentes a la celebración.

Deseo que esta Navidad sea especial, santa. Quiero que reces con toda el alma por los incrédulos, por los que me rechazan. Te he esperado mucho tiempo. Te he amado con amor eterno, incondicional, sin límites. Recuérdame.

Tu Jesús.

Imagen de NoName_13 en Pixabay


Por favor, síguenos y comparte: