Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Acercarse a una mujer y madre, es tocar el misterio que desvela y oculta el ser en acontecer, en dinámica de amor. En la mujer-madre se compendia el sentido del universo. Ella es su clave interpretativa. Después de Dios, no hay palabra más evocadora y bella que ‘madre’. Ella es el nexo entre el misterio de Dios y el misterio de la humanidad. No pueden estar separados: Dios-Madre-hijo, son interdependientes; él uno explica al otro; no es posible el uno sin los otros.

Ella revela a Dios, es su icono viviente, su rostro materno; el hijo en ella tiene su primer atisbo de lo divino; ella con su hijo percibe el encanto de lo divino: su caricia, su ternura, su amor envolvente.

Trinidad de vida, -Dios, madre, hijo, encuentro y fascinación. Vocación de mujer, es vocación y respuesta al amor divino, eternamente fecundo. La mujer madre es el compendio de la historia divina entre los hombres y de lo humano en lo divino. La caricia mutua del bebé y de la mamá, de la mamá y del bebé, son un canto a la verdad, himno a la esperanza y a la vida; lo bello que toca lo sublime.

Detenerse… contemplar en silencio:  la madre arrulla a su hijo, el hijo plácido y confiado en los brazos de su madre, extensión de Dios. Cuando una madre abraza, Dios abraza; cuando una madre bendice, Dios bendice; cuando una madre besa, Dios besa; cuando una madre ama, Dios se hace presente.

Ser ‘mamá’ es misterio de vida, recepción de un don y razón de la existencia. Trasciende las expectativas cercanas y se vislumbra el rostro materno de Dios. Faltan las palabras para describirla. Una mirada, una caricia, un apoyo, revelan su esencia, pero no del todo; porque sus lágrimas y sollozos nos abren al amor de su espíritu tangible de donación total.

Su hijo determina sus decisiones; es el criterio fontal de su horizonte. Sus labios se mueven a ritmo del corazón: ‘te amo, te acompaño, estoy contigo, cuenta conmigo’; sea en la alegría, sea en el dolor, sea en la muerte; ‘mi felicidad eres tú, mi pena eres tú, mi anhelo eres tú.  Vive para siempre junto a Dios quien compartió conmigo, su misterio de amor’.

El ser maternal de una mujer, es la explicación de Dios.

Yo hijo, Madre, las palabras se me caen de los labios; solo te puedo dar un beso, un abrazo y en oración sumergido en el ser materno de Dios, decirte, ‘gracias Mamá’.

 


 

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