Por EO Redacción
Previo a la Navidad, incluso antes de la llegada del Adviento, redes sociales, páginas de internet, la radio y la televisión, invitan con publicidad sugestiva a vivir esta importante celebración para la Iglesia. El objetivo: vender toda clase de productos alusivos a la fecha.
Todo comienza en el Buen Fin (evento comercial anual en México); las tiendas lucen abarrotadas de adornos en tonos dorados, rojos y verdes: árboles, Santa Claus de todos los tamaños, luces, renos, inflables de distintos personajes. Todo en casa es cuidadosamente decorado para resaltar tanto el interior como el exterior.
Así lo marcan las tendencias. TikTok da ideas de cómo adornar el árbol de Navidad, los espacios de la sala, el jardín y la fachada. Las revistas muestran cómo debe ser decorada una mesa de centro, el comedor; cuáles son los adornos que mejor resaltan según el árbol que escogiste, o la vajilla que debes usar en la Nochebuena.
Y qué decir del aspecto personal. Hoy la tendencia es llevar las mejores y más bonitas uñas de acrílico; y el cabello arreglado y teñido también es “fundamental” para completar el outfit navideño que, probablemente, también se compró en el Buen Fin a meses sin intereses.
Pero los esfuerzos por vivir de forma decorativa esta importante celebración no siempre van de la mano con la esencia de la Navidad, que no exige ni los mejores adornos, ni ropa nueva, ni uñas de acrílico, ni el último modelo de inflable en el jardín, ni un banquete de platillos exóticos.
¿Qué se celebra realmente?
El caos comercial y la dictadura de las tendencias desplazan la esencia de la celebración, transformando la Natividad del Señor en un simple hashtag de temporada. La tendencia para esta Navidad parece haberse enfocado únicamente en lo material: ¿tienes los adornos de moda?, ¿tu outfit es digno de un reel de Instagram?
Sin embargo, para millones de creyentes, la Navidad es la fiesta de la Encarnación, el recuerdo del nacimiento de Jesús en un pesebre humilde. Es una celebración que apela a valores mucho más profundos y menos ostentosos: la esperanza, la solidaridad y el encuentro fraterno. La sencillez del pesebre contrasta radicalmente con el consumismo desenfrenado que predomina en este mes.
Las tendencias del cristiano
Pero, como verdaderos cristianos, ¿cómo podemos estar en tendencia en esta Navidad? Son varias las sugerencias:
Admirar el Belén
En diciembre del 2023, en audiencia general, el Papa Francisco recordaba la historia del belén viviente de Greccio que realizó San Francisco en la Navidad de 1223. Trayendo a colación aquella sobriedad y alegría, recuerda que no basta solo con ver el pesebre como algo bello, como algo histórico, incluso religioso, sino que, ante el misterio de la encarnación del Verbo, ante el nacimiento de Jesús, se necesita esta actitud religiosa de asombro. “Si yo ante los misterios no llego a este asombro, mi fe es simplemente superficial; una fe de informática”.
Alegría navideña
La verdadera alegría por la Navidad no viene de los regalos ni de las celebraciones fastuosas. Esta alegría –subraya el Papa Francisco en esa misma audiencia–, “se desborda del corazón cuando se toca con la mano la cercanía de Jesús, la ternura de Dios, que no deja solo, sino consuela. Cercanía, ternura y compasión, así son las tres actitudes de Dios. Y mirando el pesebre, rezando delante del pesebre, podremos sentir estas cosas del Señor que nos ayudan en la vida de cada día”.
Asistir a misa
Es el primero de los cinco mandamientos de la Iglesia. En Navidad se eleva la asistencia a misa, pero más por cultura y el significado espiritual que por una profunda fe. Así lo revela un estudio del Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado (CARA): una vez que pasa la celebración, es probable que el adulto no regrese el resto del año.
La Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones, dijo el Papa Francisco, el Pan de Vida que “cura las rigideces y las transforma en docilidad. La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien. Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás. Como hace Dios con nosotros”.
Cuidado de la casa común
Admirar el belén, encontrar la verdadera alegría de la Navidad y participar en la Eucaristía, también conducen al cuidado de la casa común: a mayor conocimiento de la verdadera esencia, menor consumo.
Existen muchos temas que merecen una conversión en los estilos de vida. La familia se puede comprometer en temas que tienen que ver con reducir la energía que se usa, no realizar compras innecesarias que solo generan basura, reducir los residuos, y mejorar las relaciones personales.
Recientemente, el Papa León formuló la siguiente pregunta: “Dios nos preguntará si hemos cultivado y cuidado el mundo que Él ha creado, y si hemos cuidado de nuestros hermanos y hermanas. ¿Cuál será nuestra respuesta?”.
Finalmente, recordemos las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en el 2018: “será Navidad si, como José, damos espacio al silencio; si, como María, decimos ‘aquí estoy’ a Dios; si, como Jesús, estamos cerca de los que están solos; si, como los pastores, dejamos nuestros recintos para estar con Jesús; será Navidad si encontramos la luz en la pobre gruta de Belén”. Al contrario, “no será Navidad si buscamos el resplandor del mundo, si nos llenamos de regalos, comidas y cenas, pero no ayudamos al menos a un pobre, que se parece a Dios, porque en Navidad Dios vino pobre”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de diciembre de 2025 No. 1589





