Por P. Fernando Pascual
Desearíamos que las palabras fuesen una ayuda para comprender mejor la realidad, para iluminar las mentes y mover las voluntades hacia lo que sea verdaderamente bueno.
Notamos, sin embargo, que las palabras pueden ser usadas como cortinas de humo o como gases hipnotizantes para ocultar ciertas evidencias y para promover opiniones alejadas de la realidad.
El mundo griego antiguo, sobre todo en tiempo de los sofistas, era muy consciente de este tipo de situaciones. Antes de los sofistas, autores como Heráclito, Parménides y Demócrito, habían señalado que una cosa es la apariencia, y otra cosa es la realidad.
Las palabras se caracterizan, precisamente, por suscitar convicciones según lo que pretenden quienes hablan. Incluso, según habría defendido el famoso Gorgias, uno sería capaz de convencer a la gente de la culpabilidad de una persona, y, poco tiempo después, de su inocencia.
Resulta sorprendente constatar cómo en nuestros días las palabras son usadas no como ayuda para acercarnos a la verdad, sino como medio de manipulación y engaño, para ocultarla.
Es famosa la frase de quien sostuvo que una mentira repetida miles de veces se convierte en verdad. Sabemos que esa frase es falsa, pero también sabemos que las mentiras engañan hoy, como en el pasado, a millones de personas.
Desearíamos que todos aquellos que hablan, especialmente los políticos, los opinionistas, los que trabajan en medios de comunicación, incluso las personas comunes en las redes sociales o en el diálogo entre amigos, fueran honestos y nos ofrecieran palabras que desvelen la verdad.
Por desgracia, no pocas veces tenemos que reconocer que ciertas palabras nos llevaron hacia el error, incluso hacia el engaño, y que hoy, como en otras épocas, millones de personas pueden ser persuadidas con discursos llenos de mentiras.
Frente a las palabras que ocultan la realidad, necesitamos un sano espíritu crítico, que deje a un lado todo aquello que no esté bien argumentado y que no se base en los hechos, para acoger solo palabras que abran caminos con los que podamos avanzar, aunque sea pocos pasos, hacia esas verdades que tanto necesitamos para conseguir una vida buena y bella.
Imagen de christopher Walkey en Pixabay





