EL SACERDOTE EN LA NOVELA MEXICANA – I|

El padre Matías en Canek de Emilio Abreu Gómez|

Reseña de un artículo del padre Juan Manuel Galaviz Herrera |

 El artículo completo puede leerse en www.enlanovela.wordpress.com |

Canek, es la historia de un indio maya: es la historia de un héroe que emerge de la injusticia del pasado y se hace presente en la injusticia de hoy, con la razón  y la esperanza. Es la historia de rebeldía y de amor”.

Señala el padre Juan Manuel Galaviz que “en toda la obra solamente cinco veces se habla del padre Matías; bastan esas cinco menciones para que advirtamos que la vida del sacerdote corre pareja con la del protagonista, Jacinto Canek, de quien es gran amigo. Lo mismo que el indio maya, el Padre Matías posee un alma de poeta. De poeta trágico, pues así se lo imponen las circunstancias de opresión y desamparo en que se encuentran los indígenas de su parroquia”.

Y cita el pasaje: El Padre Matías decía misa por las tardes. Además todas sus misas eran con sermón. En los sermones no hablaba de la doctrina ni de los milagros; prefería explicar cosas relativas a la injusticia de los hombres. La iglesia donde oficiaba se llenaba de gente; es decir, de indios. Los ricos se quedaban en casa murmurando (p. 32).

En ese texto el padre Galavíz descubre un rasgo importante del padre Matías: “la figura de un revolucionario”. Y señala que “su conducta puede ser discutible si se quiere, pero resulta más explicable si se toman en cuenta las circunstancias en que desempeña su ministerio. Además, tiene el mérito de ser coherente con lo que enseña. Las limosnas que recibe, las reparte entre los indios, siguiendo así sus convicciones más íntimas: el Padre Matías le dio permiso al Padre Matías para hacer la caridad del mejor modo posible” (p. 32).

Luego presenta cómo “queda perfectamente trazada su imagen de sacerdote reaccionario y comprometido con los pobres:

El Padre Matías conoce la maldad de los hombres y la dulzura de los animales. De su religión no ha hecho un oficio, sino una alegría. En Cisteil, donde vive, viste sayal franciscano y calza sandalias de cuero. Está al tanto de lo que acontece: regaña a los malos y bendice a los buenos. Algunas veces, sin revelar su secreto, desliza palabras que ha oído de Canek (p. 114).

Según el padre Juan Manuel Galaviz, “el error del padre Matías consiste en su partidarismo radical. A los indios los protege y defiende como a ovejas que necesitan del pastor, no interesándole si son buenos o malos; en cambio, a los blancos los señala indistintamente como lobos, y no hace el menor esfuerzo para buscar su conversión”. Y cita al padre Matías que así se expresa: Un pastor no distingue a las ovejas buenas de las malas. Por eso no pregunta a nadie cómo son sus ovejas, antes de lanzarse contra el lobo. Así hay que defender a los indios buenos y malos contra los blancos: lobos de estas tierras (p.114).

Esta actitud radical acabará siendo contraproducente, ya que en nada beneficiará a los pobres indios y él mismo pagará en carne propia su arrojo reaccionario:

Aún no era el alba cuando repicaron en la iglesia de Cisteil. El Padre Matías se incorporó sorprendido, se calzó las alpargatas, se ciñó la sotana y salió a la calle para ver qué era aquello. Cuando llegó a la iglesia, se encontró con un nuevo párroco posesionado del lugar. El sacristán sonreía. El nuevo párroco, rollizo, de acento cerrado, explicó que el señor Obispo ya no quería tolerar los desórdenes de la iglesia del Cisteil. El sacristán sonreía. Quebrado por el canto de los gallos se oía el repique de las campanas. El Padre Matías huyó a Sibac y Canek lloró su ausencia (pp. 120-121).

Juan Manuel Galaviz afirma que “este pasaje encierra una denuncia contra los que prefieren una iglesia sin problemas, acomodada al amparo de los ricos, benevolente con los opresores; una iglesia de párrocos rollizos, conformistas, interesados. El Padre Matías no era de esa categoría; él era de la estirpe a que habían pertenecido los primeros misioneros evangelizadores de Yucatán, esos cuyos nombres mencionaba Canek con veneración”.

“Aunque parezca irreverente, el libro está inspirado en la religiosidad más auténtica; por eso denuncia acremente la corrupción de la verdadera fe; con especial vehemencia condena la hipocresía y el interés mezquino”.

 

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