Alrededor de 52.000 menores no acompañados han sido detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México desde octubre de 2013. Menores de origen centroamericanos que tratan de alcanzar el sueño de vivir alejados de la pobreza y la violencia. Los misioneros salesianos en la zona trabajan para que estos menores puedan encontrar un futuro en sus propios países.
Asesinatos, maras, pobreza… es la realidad que viven miles de niños en países como Honduras, El Salvador y Guatemala y lo que les hace pensar en comenzar un ‘peligroso’ viaje hacia una tierra prometida, como Estados Unidos. Sin embargo, allí tampoco encuentran seguridad ni una vida mujer. Decenas de miles de niños que migran a Estados Unidos siguen viviendo entre la pobreza y la violencia.
“Nosotros les damos un hogar, una escuela y un lugar donde puedan sentirse seguros. Nuestro objetivo es poder atender sus necesidades básicas”, explica el cardenal salesiano, Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa.
En las ciudades fronterizas de México donde los misioneros salesianos tienen presencia, como Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Nogales o Nuevo Laredo, los menores migrantes encuentran atención. Primero, los misioneros les ofrecen un lugar de acogida, comida, acceso a la salud… “Encuentran un espacio donde los niños sienten que son queridos y respetados”, explican los misioneros. Después, se les ofrece un patio en el que jugar y expandirse. Más tarde, llega la educación y la formación profesional para preparar a los jóvenes y que puedan tener una salida más allá de la violencia.
A la vez, los misioneros salesianos en El Salvador, Guatemala y Honduras trabajan en proyectos de educación y formación profesional para que los niños, niñas y jóvenes puedan mirar al futuro con esperanza sin poner en riesgo su vida. “Creemos que la educación y la formación de los niños, niñas y jóvenes es la manera de que puedan romper con el círculo de la pobreza y de que las comunidades se desarrollen”, explica Ana Muñoz, portavoz de Misiones Salesianas.
