Por Umberto Marsich, sx |
No es cierto que en la era de la globalización los pecados tradicionales se hallan descontinuados; tampoco los famosos y dantescos vicios capitales han sido superados. Lo que pasa hoy es que hemos tomado conciencia de actitudes y acciones que no se suelen llamar pecados y que sí lo son. En efecto, existen áreas de la vida personal y social donde se cometen arbitrariedades que ofenden la dignidad de las personas y que repercuten nefastamente sobre la sociedad en general.
Nuevas formas de pecar, sí
Frente a estas nuevas realidades pecaminosas y fenómenos, cuyo despliegue viola derechos y valores que son racional y religiosamente innegociables, no podemos quedarnos indiferentes. Me refiero a los abusos que se cometen en las nuevas áreas de la bioética y ecología; a los inaceptables fenómenos del tráfico y consumo de drogas, del atesoramiento excesivo y sin solidaridad, del cínico enriquecimiento especulativo y de la insensibilidad egoísta frente a la extrema pobreza de la mayor parte de la humanidad.
No olvido, desde luego, las áreas tradicionales de la pecaminosidad humana, cuyas dimensiones, por cierto, se han escandalosamente amplificado: la injusticia social, la corrupción y el soborno, el armamentismo, las guerras inútiles, el desarrollo no sustentable y perjudicador de la naturaleza y la irresponsable supresión de seres humanos, sea en estados embrionarios o en terminales.
El señalamiento de nuevas formas de pecar, hecho por la Penitenciaría Apostólica en la persona del franciscano padre Girotti, ha sido indudablemente oportuno y necesario. La atención al pecado, en sus nuevas formas, se presenta, hoy más que ayer, urgente. Y lo es, propiamente, por sus repercusiones sociales que son, hoy, más amplias y devastadoras que en el pasado.
Nuevos pecados, no
Como podemos constatar, no se trata de una lista de nuevos pecados; tampoco de un intento más, por parte de la Iglesia, de coartar libertades o restringir derechos. Simplemente, es más que oportuno, hoy, que se tome conciencia de la presencia del «mal moral social» en espacios anteriormente desatendidos, para ponerle remedio lo más pronto posible, antes que siga influyendo, nefastamente, sobre toda la humanidad.
La denuncia de la presencia del mal en estas nuevas áreas de la sociedad contemporánea no puede ser más que favorable y beneficiosa para todos. Lo será, en efecto, en la medida en que logremos combatir el mal con eficacia y en solidaridad con todos los hombres de buena voluntad.
Burlas en los mass media
El tono burlesco con que los medios de comunicación han tratado de manipular la entrevista al padre Girotti, reportada por el periódico vaticanista Osservatore Romano en fecha 9 del mes en curso, no es seguramente índice de inteligencia ni de ética profesional. A los medios de comunicación, desde luego, volvemos a pedir objetividad y respeto. La manipulación mediática de la verdad, permítanme decirlo, es seguramente un pecado más, que deberíamos condenar e incluir en la enumeración señalada, muy oportunamente, por el padre Girotti.
La prensa, inoportunamente, ha inventado el rollo inexistente de los «nuevos pecados». En realidad, son nuevas las formas de cometerlos. No se trata de nuevos pecados por que todos son conducibles en el espacio de los 10 Mandamientos de Dios y, de hecho, se oponen a ellos. Si pensamos que el Decálogo ha sido un don de Dios a los hombres para practicar fielmente la justicia y vivir la fraternidad, de ninguna manera podemos hablar de ellos de manera despectiva e irreverente.