La liturgia de este día Santo nos presenta uno de los mayores legados del Señor, el gesto del lavatorio de los pies. Para el evangelista Juan este es el hecho central de la Cena de Pascua. Y para mí ha sido desde siempre el gesto más profundo de Cristo.

Quien se arrodilla antes sus discípulos es el Dios vivo, en Mesías, el Señor. Porque Cristo no entiende de reglas humanas, no entiende de distinciones sociales o económicas. No entiende de “jerarquías”.

Cristo, como decía Mons. Van Thuan, no sabe nada de lógica, finanzas o matemáticas. Jesus vino para mostrarnos cuál era el camino verdadero, porque Él mismo era y es el Camino.

Toda la Cena de Pascua nos habla de servicio.

Hace algún tiempo participe de una misa de Jueves Santo donde el sacerdote comenzaba el lavatorio de los pies pero luego, cada uno que había sido “lavado” tomaba una jarra y una jofaina y se iba entre la gente a lavar el también. Me pareció un gesto maravilloso, porque ese es precisamente el sentido de aquel gesto: “Vayan ustedes y hagan lo mismo que yo he hecho” (Cf. Jn 13, 14-15)

En aquella noche santa de la última cena, Jesus deja un testamento en cada gesto, en cada palabra. Hagan esto en memoria Mía, dice a sus discípulos, luego de partir el pan. Pero esas palabras también tienen trascendencia al lavado de pies. Hagan esto en memoria mía, sírvanse los unos a los otros, ámense los unos a los otros.

Porque Amar es dejar de ser uno el centro para que lo sea el otro. Amar es servir, Amar es dejarse llevar por la vida que se nos presenta cada día, reconociendo en el otro a un hermano, con sus virtudes y sus limitaciones. Con los buenos y los malos que nos toca vivir cada dia.

El mensaje central de la Pascua se puede resumir en tres palabras:

AMOR – SERVICIO – ENTREGA

En aquella noche santa, Cristo nos deja mucho y nos da una misión muy clara: Sean sencillos, humildes, sirvan, ayuden a sus hermanos. Ámense y no se preocupen, yo me quedo con ustedes para que tengan la fuerza para hacerlo.

Servir y Amar como lo hizo Francisco de Asís con su opción radical por los pobres y leprosos de su tiempo, como lo hizo la madre Teresa en Calcuta, como lo hizo Mons. Romero en El Salvador, como lo hacen los miles de hombres y mujeres que han decidido entregar sus vidas al servicio de los demás en los lugares más remotos de la tierra. Los que han ido a las “periferias”…

Que estas Pascuas de Resurrección nos animen a ser misericordiosos, a perdonar, a dejar atrás nuestros miedos, nuestros rencores, a servir.

San Francisco de Asis no dijo que casi todo lo que hacemos en esta vida se pierde… pero que la caridad que hicimos se queda con nosotros y trasciende la muerte (2da carta a los fieles).

Si ponemos nuestra esperanza en Cristo, no hay impedimentos, no hay fronteras. Entreguémonos al Amor y amemos.

Paz y Bien!

 Gabriel López Santamaría

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