La espiritualidad laical está atenta a la presencia y la acción de Dios en la vida de las personas.

Por Sergio Estrada

Del 31 de julio al 6 de agosto se realizó de manera virtual el Congreso Internacional por el 19° Aniversario de la Canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. En el evento de conferencias y cultura se presentaron temas sobre “El laico Juan Diego”, “La música en la imagen guadalupana”, “Las estrellas en el manto”, entre otras más.

En el congreso virtual, que fue organizado por el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos a cargo del monseñor Eduardo Chávez, tuvo lugar la conferencia de Mons. Enrique Glennie Grauer, quien es doctor en teología espiritual y canónigo de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, con el título “Desde la mirada del laico, san Juan Diego enseña a ver a la Virgen en este mundo y la manera de ser santo”.

Mons. Glennie explicó que para entender la importancia de la espiritualidad laical de nuestro santo y el influjo que puede tener en nuestra vida cristiana, es necesario tener en cuenta algunos conceptos sobre el laicado y su acción en la Iglesia y el mundo, manteniendo al mismo tiempo la visión de la vida y el ejemplo de vida del humilde vidente: “san Juan Diego ofrece una rica gama de realidades y valores espirituales cristianos que son perennes, para encontrar una motivación a vivir en inspiración de santa María de Guadalupe”.

El Papa san Juan Pablo II decía, parafraseando el Evangelio: “Yo te alabo Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”. Estas palabras son una invitación para alabar y dar gracias a Dios por el primer santo indígena del continente americano: “Durante muchos años este laicado estuvo en segundo lugar de la vida de la Iglesia, generándose una relación contrapuesta entre monjes, sacerdotes y laicos”, comentó Mons. Glennie.

“Sin embargo, para el Concilio Vaticano II la misión de la Iglesia consiste en propagar el Reino de Dios ordenando todo el mundo hacia Cristo y, entrando en este momento la participación del laicado, señalando algunas peculiaridades de sus condicionamientos para que su estilo de vida brille con el testimonio de fe, esperanza y caridad. Se trata de impregnar el mundo con los valores evangélicos y de cooperar en la edificación de la Iglesia a través del servicio específico a ejemplo de san Juan Diego”, señalo el Canónigo de la Basílica de Guadalupe.

San Juan Diego, como laico, contribuyó en nuestra patria a través del mensaje de la Virgen de Guadalupe para la edificación de la Iglesia en nuestro continente, convirtiéndose en un elemento clave de evangelización. En la acción de los laicos en la Iglesia las diversas formas de asociación resultan de ordinario muy efectivas, pero el testimonio individual como el del santo, implica una irradiación de persona a persona y la constancia en testimoniar la fuerza del evangelio en la vida cotidiana de los hombres, propiciando cambios sociales y religiosos.

El investigador explicó que la Iglesia tiene dos signos de identidad: La misión y la comunión, esta última como una fuerza vinculante muy grande. Por ella, el pastor sacerdote debe discernir autorizadamente, tanto la doctrina como la práctica pastoral, en la aportación específica de los laicos, como testimonio de fidelidad y compromiso con el Evangelio y de correspondencia con los pastores de la Iglesia.

San Juan Diego al servicio de la evangelización

El canónigo de la Basílica mariana señaló que el hombre, que recibe y lleva el carisma de San Juan Diego, es un servidor suyo y en esta encomienda el iluminador no es la persona sino su misión y ya no entiende su existencia sino en función de su misión. A partir del encuentro con la Virgen, san Juan Diego dedica su vida a servir a Dios en el humilde servicio del cuidado de la ermita de la Señora del Cielo. La espiritualidad laical, pues, está atenta a la presencia y la acción de Dios en la vida de las personas comunes que responden en las situaciones ordinarias de su vida.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de agosto de 2021 No. 1363

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