Por Jaime Septién
Una vez más, el Papa Francisco ha demostrado que la tolerancia cero en casos probados de pederastia va a ser la norma de su pontificado. Primero la renuncia (el 21 de agosto pasado) y luego el anuncio reconocido el día de hoy por el Vaticano de que, en efecto, existe una investigación criminal por abuso de menores en su contra han hecho del caso del ex nuncio Josef Wesolowski, un disparador de alarma que habrá de rebotar en muchos otros lugares donde existan este tipo de conductas criminales de sacerdotes en contra de menores. Quizá no sean muchos, pero son. Y abren una enorme herida en el corazón de la Iglesia, que es lo mismo que decir, en el corazón de la Redención amorosa de Jesucristo.
Josef Wesolowski, nacido el 15 de julio de 1948 en Nowy Targ, Polonia, fue ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1972 por el entonces arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla y se había desempeñado antes –como nuncio– en América Latina, en Bolivia. En República Dominicana había llegado hace cinco años, después de ser nuncio en las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso.
Según fuentes periodísticas, se le veía muy a menudo por la zona del Santo Domingo colonial, donde existen bares y prostíbulos. La justicia dominicana –como debe de ser—va a someterlo a juicio. El Papa Francisco, al enterarse con certeza de la conducta de Wsolowski, no dudó un segundo. Le dijo adiós y que te juzgue el hombre, que Dios ya se encargará de hacerlo en su momento. Eso es tolerancia cero. Para los que no creían que la Iglesia iba en serio en este tenebroso asunto criminal.