Gilberto Hernández García /

Según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hay en el mundo más de 870 millones de personas en el mundo que sufren desnutrición crónica y uno de cada cuatro niños menores de 5 años, es decir  unos 165 millones, sufre retraso de crecimiento y nunca alcanzará su potencial físico y cognitivo completo.

Paradójicamente, por un lado, millones mueren al año por problemas relacionados al hambre y la desnutrición y, sin embargo, un tercio de todos los alimentos producidos (1 300 millones de toneladas), se pierde o desperdicia cada año a lo largo de la cadena alimentaria. En las regiones en desarrollo, el 5-15 por ciento de las pérdidas de alimentos se producen a nivel del consumidor, porcentaje que alcanza el 30-40 por ciento en los países desarrollados.

Situación compleja

Es una situación compleja. La malnutrición tiene formas variadas: la desnutrición, las carencias de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad. Y en estos rubros las cifras son alarmantes: Cerca de 2 mil millones de personas carecen de las vitaminas y minerales esenciales para una buena salud; en tanto, unos 1 400 millones de personas tienen sobrepeso, de las cuales alrededor de un tercio son obesas y corren el riesgo de sufrir cardiopatías coronarias, diabetes u otros problemas de salud.

Es sabido que las mujeres malnutridas tienen muchas probabilidades de dar a luz a niños más pequeños, que inician su vida con un riesgo mayor de padecer deficiencias físicas y cognitivas. De hecho, la malnutrición de las madres es una de las principales vías de transmisión de la pobreza de generación en generación, según apunta la FAO.

Las causas inmediatas de la malnutrición son complejas. Entre ellas figuran las siguientes: la insuficiente disponibilidad de alimentos inocuos, variados y nutritivos y el insuficiente acceso a ellos; la falta de acceso a agua salubre, saneamiento y atención sanitaria; las formas inapropiadas de alimentación infantil y de dietas de los adultos.

La malnutrición tiene un alto costos en vidas: un informes  la UNICEF señala que 2.6 millones de niños menores de 5 años, un tercio del total global, mueren por problemas relacionados a la desnutrición.

Erradicar la malnutrición en el mundo es un desafío abrumador, pero la inversión produciría cuantiosos beneficios. Si la comunidad internacional invirtiera 1 200 millones de dólares al año durante cinco años en la reducción de las carencias de micronutrientes, por ejemplo, se mejoraría la salud, se reducirían las muertes infantiles y se aumentarían los ingresos futuros.

Este es el contexto en el que hoy se está celebrando el Día Mundial de la Alimentación, cuyo tema central versa sobre los «Sistemas alimentarios sostenibles para la seguridad alimentaria y la nutrición», con lo que se busca hacer conciencia para que todos –desde consumidores hasta responsables políticos– identifiquen dónde pueden actuar para hacer que esos sistemas sean más saludables, para las personas y para el planeta.

Sistemas alimentarios sostenibles

Este año la FAO le apuesta a la promoción de sistemas alimentarios sostenibles. Un sistema alimentario está formado por el entorno, las personas, las instituciones y los procesos mediante los cuales se producen, elaboran y llevan hasta el consumidor los productos agrícolas.

Los modelos insostenibles de desarrollo están degradando el ambiente natural, amenazando a los ecosistemas y la biodiversidad que serán necesarios para nuestro abastecimiento futuro de alimentos.

La función tradicional de la agricultura en la producción de alimentos y la generación de ingresos es fundamental, pero todo el sistema alimentario –desde los insumos y la producción, pasando por la elaboración, el almacenamiento, el transporte y la venta al por menor, hasta el consumo– puede contribuir en medida mucho mayor a la erradicación de la desnutrición.

¿Cómo tiene que ser un sistema alimentario sostenible? ¿Es posible llegar hasta él desde la situación actual? ¿Qué debe cambiar para que avancemos en esa dirección? Son las preguntas que el Día Mundial de la Alimentación 2013 plantea en el afán de ayudar a crear el futuro que queremos y merecemos.

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