Por Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de Tehuacán |
La celebración de la «noche de brujas» el 31 de octubre ha ido adquiriendo carta de ciudadanía en diversos países de América Latina, entre ellos, México. Esta celebración, que no es cristiana, tiene que ser vista a la luz de dos grandes festividades del calendario cristiano que son el día de Todos los Santos y el de los Fieles Difuntos. Sobre estas dos festividades y en contraposición a Halloween.
Días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos
En breve arrancaremos el mes de noviembre con dos grandes celebraciones cristianas: el día 1º de noviembre, la Fiesta de Todos los Santos; el día 2 de noviembre, la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.
Junto a estas celebraciones, se ha ido extendiendo la noche de Halloween el 31 de octubre, pero ésta no es una fiesta cristiana; ahora bien, si se celebra como una fiesta de disfraces y de forma sana, por ejemplo con regalos de dulces a los niños, no hay problema; en cambio es nociva y rompe con la fe en Cristo cuando se relaciona con supersticiones e incluso cultos satánicos. De manera semejante, el culto a la santa muerte no es expresión de fe cristiana.
Detengámonos más en nuestras fiestas cristianas: el 1º de noviembre, Fiesta de Todos los Santos, en que nos alegramos no sólo con los beatos y los santos canonizados por la Iglesia en un acto oficial y público, sino que incluimos a todos los que ya gozan de la redención de Cristo Jesús y así participan en la gloria de Dios. Entre ellos hay familiares y amigos; por ejemplo, aquellos cuyo testimonio de vida nos ha llevado hacia Dios. Los santos son nuestros intercesores ante Dios y nos motivan para asumir también nosotros el anhelo de santidad, de modo que participemos un día en esta gloria de Dios, que ha de ser la meta máxima de nuestra vida. Nos dice san Juan: «Ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando Él se manifieste, vamos a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es». (1Juan 3,2). Por eso celebramos con gozo esta fiesta de Todos los Santos, uniéndonos a ellos para alabar a Dios y renovar la esperanza de gozar un día con ellos y como ellos la visión eterna de Dios.
Al día siguiente, el 2 de noviembre, nos uniremos en oración por Todos los Fieles Difuntos, familiares, amigos y difuntos del mundo entero y que no nos consta si se han salvado o no, sólo Dios lo sabe. Al celebrar a Todos los Fieles Difuntos también ofrecemos a Dios lo que nos queda de vida, para realizarla según Dios, y nos preparamos a nuestra propia muerte, sabiendo que al final de nuestra vida se nos juzgará sobre el amor y las obras.