Por Claudia Ortiz Aguilar
Para mi desgracia formé parte de las estadísticas del impacto en taquilla de la película «No se aceptan devoluciones».
El «gancho» de su clasificación «A» no permitió pretextos para ir en familia el día de su estreno en México. De sobra sabemos que Derbez es garantía de comedia, así que me supuse una buena tarde de cine en familia.
¿Y cuál va siendo mi sorpresa?… la película inicia exhibiendo a un acapulqueño que se aprovecha del libertinaje sexual de las turistas. Si bien no se ve en escena la relación sexual, sí hay escenas en donde queda claro que tendrá sexo con una y con otra, y finalmente hasta con dos al mismo tiempo, por lo que queda en claro que «Valentín», el personaje principal protagonizado por Eugenio Derbez, disfrutó de la vida después de la dura etapa de su infancia en la que su papá intentó enseñarle de una forma muy ruda e inusual, a perder sus miedos.
¿Qué pasó con Eugenio Derbez? ¿Cómo es posible que como mexicano y, además con nuestro dinero, co-escribió y dirigió una película que degrada al mexicano y lo presenta como un aventurero sexual, inculto y hasta menso o retrasado, mostrado así en la pantalla a través de la interpretación de su mejor amigo?
En su vida personal, el actor puede hacer lo que le plazca, , pero de ahí a promover como «común y aceptable», no solo para los adultos, sino también para todos los niños a partir de los 3 años que pueden ver su película por ser clasificación «A», las relaciones entre parejas de mismo sexo y las relaciones sexuales antes del matrimonio o con personas que conoces de una noche y que inmediatamente olvidas, eso ya excede lo que todavía en México es valorado y permitido.
Otra pregunta asaltó mi mente, ¿Qué pasa con la Secretaría de Gobernación?, ¿clasificar esta película como «A», fue un simple error de dedo? ¿Fue un papeleo sin revisión? De acuerdo al Decreto publicado en Septiembre del 2011, que reformó una serie de artículos de la Ley Federal de Cinematografía para garantizar el principio de reserva de ley y el derecho a la libertad de expresión, el artículo 25 quedó como sigue:
Las películas se clasificarán de la siguiente manera:
I. “A”: Películas para menores de 12 años y todo público. La autorización previa de esta categoría depende de los siguientes criterios: películas sin ningún tipo de violencia u horror; sin propaganda de guerra; sin apología del odio nacional, racial o religioso; sin incitación a la discriminación de las personas prohibida en el artículo 1 de la Constitución; sin posiciones contrarias a los derechos humanos o a los procedimientos democráticos; sin promoción de las adicciones; y, no deben reñir con la preservación del medio ambiente y los valores constitucionales. En esta hipótesis normativa las películas no pueden contener escenas de sexo sugerido o insinuado, implícito o no mostrado, o explícito o manifiesto. Tampoco pueden presentar sistemáticamente palabras injuriosas o procaces.
Hasta aquí la cita textual del artículo ya modificado. A mi juicio, el que otorgó la clasificación a esta película, una de dos, o no conocía sus propias leyes, o estaba dormido. Pero me queda claro que la Secretaría de Gobernación, no cumplió con su papel.
La historia en la que quiere centrar la atención el actor y director, es sobre la responsabilidad y amor paternal de un irresponsable que se sorprende papá, esto aún cuando en el último momento, con una prueba de ADN descubre que no es el verdadero padre. Sin embargo, ¿en qué cambiaría la historia si la mamá, cuando reapareció 12 años más tarde, hubiera tenido de «pareja» a un hombre? El momento de conocer a la pareja era de comicidad y expectativa, al grado que hasta el mesero anciano parecía ser la opción, ¡pero no!, aparece la pareja y ¡oh sorpresa!, ¡es una mujer!.
La historia veladamente desea que esto nos parezca muy normal, pues sin restar comicidad al momento pudo haber sido un clavadista que apareciera en traje de baño, un albañil o un vagabundo, finalmente ese fue el tipo de hombre que la llevó a la cama en Acapulco años atrás.
Para los detallistas, no queda ahí la sorpresa. La cinta fue apoyada con nuestros recursos, a través de Fidecine y Eficine, se trata de toda una ironía, pues ambos apoyos provienen del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), que tiene como visión la siguiente:
Contribuir a que la actividad cinematográfica nacional tenga un papel preponderante en el ámbito cultural del país, que fortalezca los valores, costumbres y formas de vida en nuestra nación.
Que conste que es la instancia misma la que pone las negritas en las palabras clave, así pues, según la película los mexicanos no tenemos valores, nos acostamos con cualquiera, acostumbramos y es parte de nuestra vida ser bisexual.
¡Levante la mano si no es su caso!
Pues bien, yo no me conformaría con tomarle la palabra a Eugenio Derbez para que me devolviera el importe de mis entradas, entre ellas, la de un menor de edad; pero yo más bien exigiría al Gobierno de la República una explicación sobre el trabajo de la Secretaría de Gobernación, encargada de vigilar el cumplimiento de los preceptos constitucionales, que tiene como Misión garantizar a los mexicanos un Estado de Derecho, en conclusión el que se respeten y acaten las leyes. Entonces, si la Secretaría de Gobernación falta a sus propios principios, e IMCINE decide a qué proyecto facilitar alrededor de 600 millones de pesos, faltando a su visión con la mano en la cintura, ¿en dónde quedamos los mexicanos que somos los que, con nuestro esfuerzo, trabajo y disminuyendo cada día nuestra calidad de vida porque el alza constante de alimentos y gasolina, etc, y de los impuestos nos comen y oprimen, aportamos los recursos para que se los den al que les sonríe bonito?
¿Quién podrá defendernos?
Claudia Ortiz Aguilar
@claudiaortizdev
Ama de casa y comunicadora comprometida con la Vida, los Valores y la Verdad.