El Papa Francisco ha tenido un encuentro con las clarisas en su visita pastoral a Asís. Ahí, en un ambiente cordial y fraterno habló del valor de la vida de clausura y el enorme bien que las monjas hacen a la Iglesia y al mundo, a través de la oración silenciosa y constante. Sin embargo, les advirtió sobre algunos peligros y las animó a centrar su vida toda en Jesucristo.
Cuando una religiosa en la clausura, consagra toda su vida al Señor, se produce una transformación que no se termina de comprender. La normalidad de nuestro pensamiento diría que esta religiosa se vuelve aislada, sola con lo Absoluto, sola con Dios… es una vida ascética, penitente… Pero éste no es el camino de una religiosa de clausura católica, y ni siquiera cristiana. El camino pasa por Jesucristo: siempre.
«Jesucristo está en el centro de su vida, de su penitencia, de su vida comunitaria, de su oración y también de la universalidad de la oración. Y por este camino sucede lo contrario de lo que se piensa que sea esta religiosa ascética de clausura: cuando va por el camino de la contemplación de Jesucristo, de la oración y de la penitencia con Jesucristo, se vuelve grandemente humana».
Dijo el Papa que las monjas de clausura están llamadas a tener gran humanidad, una humanidad como la de la Madre Iglesia: humanas, comprender todas las cosas de la vida, ser personas que saben comprender los problemas humanos, que saben perdonar, que saben pedir al Señor por las personas… «Su humanidad: y su humanidad viene por este camino, la encarnación del Verbo, el camino de Jesucristo». Y señaló que la mayor característica de una monja humana debe ser la alegría; pero, dijo, «a mí me causa tristeza cuando encuentro a religiosas que no son gozosas».
También habló acerca de la contemplación en la vida de clausura, a partir del ejemplo de san Francisco: « lo había contemplado como con los ojos abiertos, con las heridas abiertas, con la sangre que se derramaba: y ésta es su contemplación, la realidad. La realidad de Jesucristo. No ideas abstractas: no ideas abstractas, porque secan la cabeza. Y la contemplación de las llagas de Jesucristo, y las ha llevado al Cielo, ¡y las tiene!, es el camino de la humanidad de Jesucristo: siempre con Jesús, Dios, Hombre».
Además subrayó la importancia de la vida de comunidad: «perdonen, sopórtense, porque la vida de la comunidad no es fácil. ¡El diablo aprovecha todo para dividir!». Añadió el Papa: «Cuidar la amistad entre ustedes, la vida de la familia, el amor entre ustedes. Y que el monasterio no sea un Purgatorio, que sea una familia». «Y yo pido para ustedes esta alegría que nace precisamente de la verdadera contemplación y de una bella vida comunitaria», concluyó el Santo Padre.