Por Mónica Muñoz |
En esta época en que la comunicación se ha hecho más accesible gracias a las redes sociales, al internet y los teléfonos inteligentes, resulta una paradoja que las relaciones interpersonales se hayan complicado, pues en lugar de acortar distancias, tal parece que las personas viven separadas por la tecnología.
Y es que todos, en alguna medida, estamos involucrados en las famosas TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), pues forman parte del mundo actual en el que vivimos y con las que están creciendo las nuevas generaciones. Para los mayores, tener una cuenta de Facebook significar reencontrarse con amigos de la infancia; para los más jóvenes equivale a conocer gente nueva. Aunque debo reconocer, que, los que somos adictos a publicar información en nuestros muros, perdemos un tiempo valioso que bien podríamos aprovechar en realizar otras actividades, sin embargo, también es verdad que se trata de herramientas que, si son bien utilizadas pueden ser de gran beneficio para quienes las consultan.
Porque en buena medida son los jóvenes los consumidores de estos medios electrónicos que se han hecho muy accesibles gracias a los teléfonos celulares. Según cifras del INEGI, para 2012, 40. 9 millones de mexicanos eran usuarios de internet, de los cuales el 64.1% eran jóvenes de entre 12 y 34 años. Pero impresiona aún más la cantidad de usuarios de celulares, la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL) reportaba 100 millones 727 mil líneas contratadas al cierre de 2012. No por nada es un espectáculo bastante peculiar observar por todos lados a chicos y chicas sumergidos en sus aparatos y despegados del mundo real.
Por esta razón resulta urgente que los padres de familia conozcan en lo que están metidos sus hijos y se interesen en platicar con ellos para fomentar su confianza, con el objetivo de afianzar su relación y evitar que los muchachos busquen otras alternativas de apoyo cuando se trate de tomar decisiones importantes en sus vidas. Porque, es alarmante lo que los noticiarios han transmitido recientemente, por citar algunos ejemplos, recuerdo el caso de una menor de 12 años que se fugó con un individuo de 30, al cual había contactado por internet; otro, los mil pederastas atrapados gracias a Sweetie, una niña virtual, creada para ese fin. O las cada vez más numerosas amenazas de suicidio que se cumplen después de haber sido anunciadas en Faceboook.
Basta con echar una ojeada a lo que escriben los chicos en sus cuentas: hablan de todo lo que les sucede, desde situaciones intrascendentes como la forma en la que amanecieron hasta lo que están haciendo en el momento de escribir, de la alegría que les dio ver a la persona de la que están enamorados o de las decepciones y tristezas que han sufrido por una mala amistad. Las redes sociales se han convertido en una ventana abierta al corazón de nuestros jóvenes. Por eso es importante entender ese universo e involucrarnos en su uso para tener los elementos necesarios que nos permitan ayudar a nuestros hijos a usar con precaución dichos medios.
Un día encontré un video donde se prevenía a las personas sobre el peligro de subir fotos y escribir demasiado acerca de sus vidas en las redes sociales. La acción se desarrollaba en Bruselas, Bélgica. De alguna manera se había contactado a un grupo de personas a las que supuestamente les leerían la mente. El “adivino” recibía a cada uno de los participantes de manera amable y después de preparase con ejercicios ridículos, se sentaba frente a los incautos para comenzar la sesión. Enorme fue la sorpresa cuando a cada uno le daban datos íntimos que, aparentemente, nadie conocía. Al final, el truco era descubierto: todo había sido publicado en sus cuentas y concluía con la siguiente advertencia: “tu vida entera está en línea y puede usarse contra ti”.
Efectivamente, pensemos en quienes hablan de sus viajes al extranjero o a playas de moda, que mencionan la compra de un nuevo auto o colocan fotos de sus niños: el medio se convierte en un perfecto aparador para secuestradores, extorsionadores y pedófilos.
No quiero sonar alarmista, creo que basta con que aprendamos a usar la tecnología con medida y cuidado, que configuremos nuestras cuentas de tal manera que no cualquiera tenga acceso a nuestra información y, lo más importante, que volvamos a la comunicación tradicional, no hay nada comparable a una buena charla con nuestros amigos y familia, a una tarde compartiendo anécdotas o una velada de canciones y risas. Una plática cara a cara con la persona amada o una salida al cine sin interrupciones inoportunas provocadas por el aviso de un nuevo mensaje. En necesario ponerle límites a la comunicación virtual y dar rienda suelta a la comunicación personal, porque finalmente, esa es la que vale la pena.