Momentos antes del rezo del Ángelus dominical, el Papa Francisco ha expresado cómo la eternidad ilumina y da esperanza a la vida terrena de cada uno de nosotros: «Si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena! Por lo tanto la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros».

Ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro el Santo Padre reflexionó el Evangelio que la liturgia nos propone para este domingo, y en el que Nuestro Señor habla claramente de la resurrección que nos aguarda y las realidades que comporta. «Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo».

Francisco dijo que «En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia».

«En esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección. De hecho, si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: ¡la fidelidad es eterna, no puede cambiar, el amor de Dios es eterno, no puede cambiar! No es por tiempo limitado: ¡es para siempre! ¡Es para ir adelante! Él es fiel para siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna».

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